Es difícil imaginar a Lionel Messi con una camiseta que no sea la del Barcelona. Es altamente probable que sea la casaca que vista a lo largo de toda su carrera futbolística. Sin embargo, no deja de ser sorprendente que uno de los futbolistas más importantes de la historia y uno de los que más arraigo ha generado con un club en particular, hoy sea oficialmente libre.

El contrato del 10 con el equipo catalán venció el miércoles 30 de junio y, en este momento, nada lo ata legalmente a ninguna institución. Suena impactante que una relación de tantos años se haya disuelto, al menos temporalmente.

Es cierto que la comodidad del rosarino en su equipo, actualmente es mucho mayor que hace unos meses. No tiene el entrenador que desea, dado que ni él ni la nueva dirigencia están del todo satisfechos con Ronald Koeman pero si mantiene una excelente relación con el presidente, Joan Laporte. Ya no tiene que librar una guerra diaria y en muchos casos sucia, como le propuso en su momento Josep María Bartomeu.

Además, se han acercado a la institución varios refuerzos, que seguramente no alcancen para que el Barça sea el de hace unos cuatro o cinco años, pero sí para que no sea el de los últimos dos. Más allá de eso, nunca se había llegado a una situación como esta.

Messi debutó en Primera División un 16 de octubre de 2004, frente al Espanyol, pero no firmó su primer vínculo profesional hasta junio de 2005. Hace 17 años defiende la camiseta del Barcelona y en los últimos 16, nunca pasó un día sin un vínculo vigente con ese club. Más allá de lo que tiene que ver con lo simbólico, que deportivamente es fuerte, hay cuestiones más fácticas en las que esta situación impacta en el conjunto culé.

La realidad económica en la que el club quedó tras la gestión Bartomeu está muy lejos de ser la ideal. Messi es, sin lugar a dudas, el jugador más emblemático de la historia blaugrana y su figura atrajo a millones de fanáticos alrededor del mundo. así como a miles de empresas, a una institución que hasta su eclosión personal tenía una repercusión altamente menor.

Difícilmente un hombre sea más grande que una institución, pero es probable que este sea uno de los casos en los que la compulsa es más pareja. En este momento, y hasta tanto no se firme una renovación, el club no puede usar la cara, la figura o el nombre de su representante más ilustre en ninguna campaña publicitaria. No puede usarlo para promocionar la venta de entradas, no puede disponer de él como modelo de una nueva camiseta, no puede contarlo para el arranque de la temporada, momento el cual también comienza la mayor cantidad de campañas publicitarias.

Eso, lógicamente, genera un decrecimiento económico. Hoy no parece tan probable verlo con la camiseta del Manchester City o la del Paris Saint-Germain, como sucedió hace un año, tras el célebre caso del burofax. Hoy todo parece ir en un lento proceso de convencimiento, de buenos gestos y de acercamiento de números para persuadirlo de seguir en Cataluña.

Sin embargo, la volatilidad propia de la falta de un acuerdo firmado mantiene encendidas las alertas y el hecho de que el mejor jugador del siglo no tenga oficialmente club no deja de ser sorprendente.