Italia es la más grata muestra de fútbol que tiene la Eurocopa 2021. Aún en partidos como la semifinal, donde no pudo mostrar toda su capacidad colectiva, deja perlas de talento, por lo que su pasaje a la final es sumamente merecido. En un partido donde no tuvo su mejor rendimiento, se impuso a España en los penales por 4 a 2, tras igualar 1 a 1 en el partido y se clasificó para el choque definitivo. Federico Chiesa, con una exquisitez y Álvaro Morata marcaron los tantos del juego.

La Furia apostó por lo de siempre: tenencia calma y muchos pases, aunque consiguió tener más profundidad en sus ataques que en la mayoría de los partidos. En buena medida, porque ante cada pérdida de pelota fue muy agresivo y la recuperó casi de inmediato, incluso en situación de salida del rival.

La Azzurra, en cambio, más ecléctica, adoptó una idea de juego distinta a sus partidos anteriores. Desarrolló durante el torneo un juego de tenencia, aunque muy dinámico. Sin embargo, en este caso, y sin variar demasiados nombres, comenzó el partido con una postura más retrasada y presta para el contraataque.

Algo que pudo hacer muy poco en el inicio: para poder contraatacar hay que lograr cortar antes y el equipo de Roberto Mancini no tuvo en cancha volantes de recuperación. No fue un primer tiempo de situaciones claras, pero lo mejor fue de España.

La más clara la tuvo Dani Olmo, el mejor del equipo junto a Pedri, tras una mala salida de Italia. El jugador del Leipzig luchó en el área, remató una vez pero rebotó y en la segunda acción exigió a Gianluigi Donnarumma que respondió hacia su costado derecho.

Recién sobre el final de la primera mitad, el conjunto italiano pudo realizar algo de su juego. Por primera vez se la vio por un periodo medianamente prolongado en el campo rival y con manejo de pelota.

También tuvo en ese lapso su mejor opción. Un buen cambio de frente ubicó a Lorenzo Insigne, quien hizo su clásica diagonal de izquierda al centro y le dejó el callejón a Emerson. El reemplazo de Leonardo Spinazzola, lesionado en el tendón de Aquiles, fue hasta el fondo y remató casi sin ángulo. La pelota pegó en el palo y se fue por arriba.

En el complemento, España perdió el control. Algunas imprecisiones en los pases le desordenaron la mitad de la cancha, y si bien el equipo de Mancini siguió sin poder robar demasiado en mitad de cancha, el desorden le permitió encontrar espacios aun cuando el conjunto de Luis Enrique lograba terminar las jugadas.

A los 15, Italia, que necesitó durante toda la copa de pocas chances claras para dañar, se puso en ventaja. Un centro sin destino de Jordi Alba terminó en las manos de Donnarumma. El arquero no dudó y salió rápido para armar un ataque fugaz. Entre Marco Verratti e Insigne la generaron, Ciro Immobile la corrió pero no llegó y ahí apareció Chiesa para hacer una notable demostración de categoría.

El delantero que le sacó el puesto a Domenico Berardi a fuerza de buenos rendimientos la capturó en el sector izquierdo del área, arqueó el cuerpo y casi sin espacio sacó un remate combado contra el palo izquierdo de Unai Simón. Un gol fantástico que reviste más importancia por la instancia clave. Desde entonces, hubo varias situaciones de gol.

España asumió la obligación, fue hacia adelante y generó riesgo, e Italia tuvo varias oportunidades de responder mediante transiciones manejadas por el inspirado Chiesa. A falta de 10 minutos, y pese a que la Azzurra había tenido varias chances de cerrar el juego, la Roja empató.

Morata tomó la pelota en tres cuartos de cancha, cambió el ritmo y tocó con Dani Olmo. El delantero de la Juventus aceleró con decisión, recibió la pared y abrió el pie izquierdo para definir ante la salida de un desorientado Donnarumma.

En el suplementario el trámite perdió ritmo. Ambos equipos, consumidos por el cansancio, perdieron algo de ambición. La selección de Luis Enrique había jugado alargue en octavos de final contra Croacia y cuartos de final contra Suiza y la de Mancini solo en octavos ante Austria.

En ese contexto de baja intensidad, la Furia fue levemente más y tuvo un par de chances que no pudo aprovechar para ganar el partido.

En la tanda de penales, ambos equipos fallaron su primer remate. Unai Simón, con su particular técnica de moverse permanentemente, se lo contuvo a Manuel Locatelli, pero Dani Olmo, casi confirmando la regla de que el que mejor juega en el partido suele fallar desde los 12 pasos, tiró por arriba el suyo.

Finalmente, Morata, qué pasó en esta copa de villano a héroe y viceversa tantas veces, remató suave y muy centrado y Donnarumma contuvo contra su palo izquierdo. Jorginho, un absoluto especialista, convirtió con una clase notable el definitivo.

Italia, el mejor equipo de la Eurocopa, alcanzó la final. No fue el mejor encuentro del conjunto de Mancini, pero aun así consiguió el objetivo y disputará la final en Wembley. Irá en busca de su segundo título de esta índole, ya que solo fue campeón en 1968, aunque jugó las finales del 2000 y 2012.