Un meteorito de 4.600 millones de años de antigüedad encontrado en la huella de una herradura es probablemente un remanente de restos cósmicos del nacimiento del sistema solar y podría responder a preguntas sobre cómo comenzó la vida en la Tierra.

Fue descubierto por Derek Robson, de la Organización de Investigación Astrofísica de East Anglian (EAARO), en un campo de Gloucestershire en marzo de 2021, y procede de una distancia de al menos 170 millones de kilómetros desde su hogar primordial entre las órbitas de Marte y Júpiter en el cinturón de asteroides.

Los científicos de la Universidad de Loughborough están analizando la pequeña roca espacial de color carbón para determinar su estructura y composición, en un intento de responder a preguntas sobre el sistema solar primitivo y posiblemente sobre nuestros propios orígenes.

Junto con sus colegas de la EAARO, los investigadores están utilizando técnicas como la microscopía electrónica para estudiar la morfología de la superficie a escala micrométrica y nanométrica; la espectroscopia vibracional y la difracción de rayos X, que proporcionan información detallada sobre la estructura química, la fase y el polimorfismo, la cristalinidad y las interacciones moleculares, para determinar la estructura y la composición.

El material, que se asemeja a polvo y partículas concretadas y poco unidas, nunca sufrió las violentas colisiones cósmicas que experimentaron la mayoría de los antiguos desechos espaciales al chocar entre sí para crear los planetas y las lunas de nuestro sistema solar.

La estructura interna es frágil y poco unida, porosa, con fisuras y grietas, explica Shaun Fowler, especialista en microscopía óptica y electrónica del Centro de Caracterización de Materiales de Loughborough (LMCC). No parece haber sufrido metamorfismo térmico, lo que significa que ha estado ahí fuera, al lado de Marte, sin ser tocado, desde antes de que se creara ninguno de los planetas, lo que significa que tenemos la rara oportunidad de examinar un trozo de nuestro pasado primordial.

La mayor parte del meteorito está compuesta por minerales como el olivino y los filosilicatos, con otras inclusiones minerales llamadas cóndrulos. Pero la composición es diferente a todo lo que se puede encontrar aquí en la Tierra y potencialmente diferente a cualquier otro meteorito que hayamos encontrado – posiblemente conteniendo alguna química o estructura física previamente desconocida y nunca antes vista en otras muestras de meteoritos registradas.