El Papa Francisco le dirigió una carta al periodista Gustavo Sylvestre, en la que la emprendió contra el periodismo argentino, sentenciando que "algunos de los pecados en los que suelen caer los periodistas: desinformación, calumnias, difamación, coprofilia", redactó, sentencioso.

De acuerdo al diccionario de la Real Academia Española, la coprofilia es la "atracción fetichista por los excrementos”. A efectos de salvaguardar nuestro acceso futuro a los prados celestiales, los periodistas de Continental hacemos saber que lejos de la acusación papal, prestos y raudos tiramos la cadena luego de llevar a cabo nuestras necesidades.

La furia del Pontífice, que ya a esta altura tiene una regularidad sorprendente, se disparó en este caso por un tuit en su propia cuenta sobre la invasión a Ucrania. "Hay que llorar sobre las tumbas. ¿No nos importa la juventud? Me adolora lo que sucede hoy. No aprendemos. Que el Señor tenga piedad de nosotros, de todos nosotros. ¡Todos somos culpables! #Paz #Ucrania”, decía el posteo.

En el, no había condena a Valdimir Putin por la salvaje invasión y generó críticas severas en todo el mundo. Luego, para salvar la impericia comunicacional vaticana o propia, Jorge Bergoglio se mostró besando una bandera de Ucrania y por cierto la emprendió contra los medios que lo criticaron, que no solamente fueron de la Argentina sino de todo el mundo.

El papelón del Santo Padre, es uno mas en su constante ida y vuelta. El Papa, ha defendido clérigos acusados de salvajes agresiones sexuales a menores, que luego ha debido condenar o expulsar de la Iglesia. Ha negado o guardado silencio sobre crímenes de lesa humanidad cometidos por la misma Iglesia, como los ocurridos contra los pueblos originarios candienses en la conquista y luego ha tenido que disculparse.

Lo que Francisco ha señalado como el deseo fetichista por los excrementos del periodismo, no fue mas que levantar su propio tuit, que se entiende que para eso lo postea, y preguntarse porque no condenó al agresor. Mala redacción, torpeza o connivencia, quien sabe, otra vez la culpa es del periodismo. Dios nos perdone.