Las críticas del Papa Francisco por la difícil situación económica de Argentina y la acusación a la clase política como responsable de tal realidad comenzaron a tener repercusiones a nivel local. Una de las primeras en referirse a la cuestión fue la portavoz presidencial, Gabriela Cerruti, quien no realizó ningún tipo de autocrítica, sino que optó por desviar las culpas.