Los recientes choques entre el nuevo presidente de los Estados Unidos, Joe Biden y su par ruso Vladimir Putin, por un lado, y la diplomacia norteamericana y la china, por el otro, sumado a la reiteradas y hostiles declaraciones de Biden sobre las obligaciones chinas en materia de derechos humanos, empiezan a perfilar una tensión entre oriente y occidente, que amenaza con retroceder en el tiempo a los años de la guerra fría.

Pensar en un eje común Rusia-China para enfrentar al “huracán Joe” parece todavía prematuro. Ambos países tienen sus anchas diferencias y llegar a un acuerdo así, requeriría subsanar algunas de ellas, y que Biden continúe su política de confrontación en el tiempo.

Pero no es imposible. Algunos analistas ya mencionan la posibilidad de que ambas naciones pongan una suerte de “paraguas” sobre sus diferencias para enfrentar al enemigo común.

Las últimas declaraciones de Biden resultan por demás irritantes. En los últimos días el norteamericano expresó que conoce bien a Xi Jinping: “He pasado horas con él. Es una persona muy directa, muy inteligente, pero no tiene nada de demócrata. Está convencido de que la autocracia es lo que funciona. Me felicitó cuando fui elegido y hablamos durante dos horas. Dejamos las cosas claras. Le dije que no buscamos la confrontación, si bien estamos en competición. Y debe ser una competición honesta. Necesitamos tres cosas: invertir en los trabajadores americanos y la ciencia americana; lo segundo que le dije es que vamos a restablecer nuestras alianzas porque necesitamos que las democracias trabajen juntas y trataremos de que China cumpla las reglas; y lo tercero que le recordé es cómo valoramos la libertad y los derechos humanos y si los violan vamos a continuar denunciándolo”.

Esta última parte es, claro, lo que mas irrita a los chinos, que los Estados Unidos los traten como un país tercermundista y se inmiscuyan en sus asuntos internos. Lo consideran en realidad, una excusa para ello.

Biden no se quedó ahí y usó la palabra “batalla”. “Esto es una batalla entre las autocracias y las democracias” dijo y agregó que Xi Jinping “Como Putin, cree que la autocracia es el futuro”.

Puesto en los términos en que pretende jugar Biden, la similitud entre “capitalismo vs. comunismo” es tan dramáticamente asombrosa, que nos sube en el túnel del tiempo, a los años en que el presidente norteamericano era joven, en medio de la guerra fría, que Putin jugaba con tanta maestría desde la sede de la KGB en Alemania Oriental.

Dicho de este modo, es el propio Joe quien aúna las políticas de sus enemigos, los que él eligió, y a los que empuja a coordinarse. La firmeza es algo deseable en el presidente de una gran potencia, pero la falta de prudencia es un defecto de consecuencias complicadas. En este contexto, algunos norteamericanos que miran asombrados, ya están pensando que Donald Trump y sus técnicas de negociación empresariales y ríspidas, en realidad no eran tan malos.

Por otra parte, Biden cae en una contradicción compleja cuando imputa a China violaciones a los derechos humanos, justo en el momento en que se devela el trato inhumano al que su gobierno somete a los niños migrantes en la frontera con México. Tan complicado es el tema, que el presidente se ha desentendido de él y ha enviado a la vicepresidenta Kamala Harris, a ocuparse del tema, seguramente por ser de origen latino, cree que eso le dará algún tipo de respiro.

Dijo el norteamericano que si no apercibiera a los chinos por su posición frente los derechos humanos “perderíamos nuestra legitimidad”. Pero no parece no muy dispuesto a mantener la misma postura, ni a respetar los derechos humanos de los menores migrantes, con lo cual, su legitimidad no esta en discusión por como se plante frente a los chinos, sino por el modo en que maneja los propios asuntos, fronteras adentro.

En definitiva, el juego de política exterior de este Biden, con 65 días de mandato cumplidos, parece en extremo riesgoso y hasta improvisadamente hostil, y cercano a generar consecuencias no deseadas en el corto plazo, como desatar una nueva guerra fría, donde el eje Rusia-China deje de ser una fantasía.