El domingo pasado tomamos como vector del Cuento Editorial las batallas y los combates, para rememorar las hazañas de Caseros y San Lorenzo en la historia criolla. Hoy dejamos a un costado lo bélico para que en lugar de hacer la guerra nos dediquemos a hacer el amor. De hecho, parafraseando el dicho, si al sentimiento considerado más puro lo lleváramos a las novelas, las películas y la literatura, sobrarían ejemplos para enumerar en este género. La ficción de cada noche en la tele, hoy está en el ojo de la tormenta porque a la espera del beso apasionado, puede sobrevenir una denuncia por exceso de guión, superando los límites y llevando a la actriz al borde del abuso sexual. Si tomamos una peli de la colección de las romanticonas edulcoradas, nos vamos a dar cuenta que casi todas tienen un final feliz, como premio a tanto sufrimiento lleno de infidelidades, cuernos y engaños en los que pareciera que es normal que alguien pueda enamorarse de más de una persona a la vez. Y si nos adentramos en las hojas de una novela de un best-seller como lectura recomendada para las vacaciones a orillas del mar, muchas veces nos dan ganas de adelantar las páginas para saber cómo resuelve el autor solo con palabras semejante cuadro de infortunios y enfrentamientos que no deseamos que le ocurran ni siquiera a nuestro peor enemigo. Aunque una golondrina no hace verano, se dice que hay amores que son solo patrimonio de esa estación. Esa hormona que se despierta con la primavera y explota con el calor, como consecuencia más de una atracción física que de ese flechazo de Cupido porque hay algo que nos atrae mutuamente y que tiene en la relación física apenas un condimento más que no es determinante. Cuando algo nos gusta demasiado, solemos decir que nos enamoramos. De hecho, hay provincias que utilizan como slogan de venta la belleza de sus paisajes, que nos quedaríamos contemplando como un regalo a la vista, el oído y el olfato. Nos enamoramos de comidas y bebidas que son una fiesta para nuestro paladar. Es amor puro cuando nuestras profesiones, oficios y hobbies nos devuelvan la profunda satisfacción de hacer lo que nos gusta sin importar cuánta remuneración recibiremos como contra-partida.

De allí salen frases hechas: hacer algo por amor al arte, como si el artista no mereciera recibir una suma de dinero por su esfuerzo o talento. O bien, cuando decimos que algo está hecho con amor, y eso se percibe en el detalle, en las terminaciones, en lo artesanal que deja un sello humano sobre lo industrial. Imaginate que para celebrar el Día de los Enamorados, entre tantas promociones solo aptas para parejas, con cenas románticas a la luz de las velas, pusiéramos la excusa de un corte de energía eléctrica. Un apagón por el alto consumo a pesar de las pesadas facturas a las que les fueron quitando los subsidios como quien se va arrancando la ropa para dejar al desnudo sus fortalezas y debilidades. Así quedó el sistema eléctrico, dejando al descubierto que antes las empresas no invertían y se llevaban los subsidios y ahora tampoco lo hacen, al menos de manera suficiente, y se llevan la plata de las facturas. Después vendrá el despecho de Aranguren para advertir que la energía no es un derecho humano y el cruce de otro Macri, el primo Jorge, para rebatirle que es imprescindible para vivir. Imaginate a una pareja de enamorados sin energía, sin actitud positiva, sin ganas de encarar y desarrollar algo nuevo a cada momento. El amor, como la energía, se apaga, se agota, se vuelve un recurso no renovable. Entonces para evitar esa situación, apuntemos a los típicos regalos de este jueves, Día de los Enamorados, entre bombones derretidos frente las altas temperaturas, o flores secas como los brotes verdes de los anuncios de prosperidad de un Gobierno que no sabe jugar al truco. Claro, cantó flor sabiendo que es la única combinación de cartas que no podés mentir en la partida. Pensemos en nuestra parejita de la que nos enamoramos a la que ni siquiera podremos decirle ahora Qué bien se te ve, porque Hitachi decidió irse del país. O tampoco podremos regalarle un jean Wrangler o Lee, de calce perfecto y ajustado, porque las dos marcas legendarias emprendieron la huída, como si se tratara de una de vaqueros espantados por la crisis. Con ellas, quedan más de tres centenares de familias sin ingresos, con las que se nos debería despertar el amor al prójimo. En la rica Argentina, se llevaron los posibles regalos que teníamos previstos para nuestra pareja. De las joyas de la abuela no quedó nada.

El último lampazo lo pasaron los engañadores del cuento del tío para robarle a la abuela, al abuelito, bajo la farsa del secuestro virtual o del cambio de billetes. Primero pasaron los profesionales de lo ajeno, grandes simuladores que nos vendían humo, y por atrás se llevaban hasta la máquina de imprimir billetes. No en vano, el principal imputado de la causa Ciccone se llama Amado, un enamorado del poder mal ejercido. Ese amor a primera vista que despertaron los funcionarios de la llamada justicia social, arengando, seduciendo y enamorando a las multitudes de tal manera que hoy todavía tienen chances de ganar una elección. Deberíamos abrirles una causa por enamoramiento ilícito. Está el amor de padre a hijo y viceversa, que llevó a los Báez, primero Lázaro y ahora a Martín a la misma cárcel, agravado por la burda maniobra de mover fondos bancarios que estaban embargados. Se dice que el sentimiento más noble es el de la amistad y por eso se lo suele vincular al perro con su amo, ahora etiquetado como tenedor responsable. Sin embargo, no hay dudas de que hay amor entre el perro y su mal llamado dueño, existe. También es verdad que están los amores perros, con otras connotaciones. Y diríamos que una de las historias ficcionadas que más ternura y amor nos despertó de chicos fue la de los 101 dálmatas. Bueno, ahora viene aggiornada. Hoy reemplazamos a esos 101 perros manchados en su pelaje por 101 empresarios manchados en sus trajes. Los 101 que indagará el Juez Bonadío, a esta altura considerado un Cruella Deville camuflado que para la oposición es una especie de destructor con motivaciones de opereta política. Sin embargo, entre los 101dálmatas de la construcción están apellidos famosos, vinculados al entorno familiar del propio Macrisis. Aparecen Roggio o Calcaterra, bajo la lupa de las coimas y los sobre-precios para grandes obras del Estado. Y como también es verdad que muchas veces el amor no se puede reciclar y termina en el cesto de basura, detectaron a 92 intendentes que se ensuciaron manejando los fondos del tratamiento de residuos. Apareció el amor del hijo al padre, aunque bastante austero, oculto, con Mauricio narrando el envejecimiento de Franco, que con 90 años le dijo que ya no quiere seguir viviendo.

Ese Presidente que carga con el peso de la mochila del apellido Macri y que sopló 60 velitas junto al amor de su hechicera Juliana, que viene de la otra rama familiar fragmentada de los Awada, divididos entre los K y los Pro. Resuenan algunos gritos que dicen Te Amo Cristina, mientras el amor a la riqueza ya no se escribe en cartas sino en los cuadernos de Centeno, pero sigue viajando en sobres al despacho del Fiscal Stornelli. Toma estado público otra prueba de coimas cosechada por un empresario agrario, Pedro Etchebest, que sacudió los Tribunales con más fuerza que el Grito de Alcorta. Y si la amistad es una forma de amor, hacete amigo del juez Luis Rodríguez, casi un Puma, que protegió a su presa, Daniel Muñoz, que fuera mano derecha de los pingüinos patagónicos para mover 70 millones de dólares al exterior. Abel Pintos se pregunta en la letra de una de sus canciones, cómo tanto amor pudo hacernos tanto mal. Nos lo preguntamos en cada cartel que expresa Ni Una Menos, mientras el amor se prendía fuego esta semana en el cuerpo de Roxana, rociada con nafta por su propia pareja. O Gissella, asesinada por quien alguna vez le habrá dicho que la amaba. Amores que matan. Un amor que preferiría ser ciego para no tener que identificar el cadáver de Emiliano Sala. O un amor como el de Quique Sacco que nunca pensó que lo quisieran tomar por sordo, para no escuchar las chicanas judiciales del médico y la anestesista que con mala praxis apagaron para siempre en la pantalla la frecuencia cardíaca de Débora Pérez Volpin hasta perforarla. Si el amor es algo humanitario, está muy claro que no lo ejerce Maduro con el bloqueo de ayuda para su propio pueblo, al que dice que ama pero lo mata de hambre. ¿Cómo explicar el amor a la Patria? En la entonación del himno, en el respeto a la bandera y al resto de los símbolos, o en calzarse la camiseta de una Selección Sub 20 que no despierta pasión y solo decepción, logre resultados milagrosos que la lleven del Sudamericano al Mundial, con grandes chances de dejar afuera hoy a los vecinos de Brasil. Si eso sucediera decime qué se siente, aunque no sea amor. Hablame del amor apasionado a una camiseta, en el clásico más antiguo del fútbol autóctono, con el puntero Académico ante el Gallardo River.

O la exclusión en el club de sus amores del Apache Carlitos, al que con tanto amor había guiado Alfaro a buen puerto, hace unos días cuando llegó, y ahora lo dejó encallado en el Riachuelo. Porque ama lo que hace, un plantel hizo Unión pero se quedó sin fuerza, tras 7 horas de viaje en ómnibus sin aire acondicionado, al rayo del sol, para volverse con las manos vacías. Los santafesinos perdieron 2 a 1 con Independiente, aunque hicieron dos goles. Uno con la nariz a favor y otro con poco olfato que fue en contra. El hincha futbolero no pierde el amor incondicional a su equipo. El amor es inexplicable, como aquella desafortunada frase del Presi-Ingeniero, cuando calculó mal y advirtió que los argentinos terminaremos enamorándonos de Christine Lagarde. Algo que únicamente puede ocurrir bien en el Fondo. Pero el verdadero amor es infinito, como la inflación. El amor auténtico viene remarcado, como en góndola. Y viene con el nombre de nuestro amor grabado como un tatuaje, en la etiqueta de cada útil escolar que con amor de madre le adhiere a cada artículo de su hijo que con tanto esfuerzo compró para el año escolar. Tantas veces, aunque renegamos, estamos enamorados y no lo sabemos expresar ni defender. Nos sucede con el sistema democrático, aunque el amor por votar en cada elección se desvanece en breve con la decepción del engaño. Necesitamos recuperar la fe en nosotros mismos. Esa fe evangelizadora que pregonaba el Obispo de Roma, Valentín, consagrando matrimonios en la clandestinidad, y violando una prohibición del Emperador Claudio II, que solo quería que los hombres fueran soldados a los que iba a mandar a la guerra. ¿Te das cuenta? Te dije en el prólogo del Cuento Editorial que no quería referirme a la guerra sino al amor. Y al final, como político en campaña, prometo y no cumplo. Pensemos que en estos tiempos en los que la inseguridad nos tiene acorralados, hay ladrones que actúan sin armas. Y son los que están tan enamorados que sienten que les robaron el corazón. O los que no pueden contenerse por amor y se conforman con robar apenas un beso.