A todos los futboleros, en su más tierna infancia, le han narrado historias vinculadas al juego (porque a esa edad no es otra cosa) que aman. La imaginación de padres, madres, abuelos y abuelas suele tener los ribetes más originales, mucho más creativos que los que el más experto escritor puede diseñar.

Sin embargo, difícilmente a alguno de todos esos magníficos diseñadores de cuentos, que combinan la realidad potencial con las fantasías más quiméricas, se les haya ocurrido un cuento con tantos condimentos como el partido que se jugó en El Monumental el miércoles a la noche.

Desde el momento en que se conoció la noticia de que River jugaría con 11 futbolistas, incluso con Enzo Pérez lesionado como arquero, dio la sensación de que una victoria sería épica, pero de ningún modo imposible. Eso es lo que ha generado el Millonario en los últimos años: una seguridad incuestionable a nivel internacional amparada en sus logros, pero fundamentalmente en su voracidad por el éxito deportivo, tanto dentro como fuera de la cancha.

El equipo de Marcelo Gallardo, absolutamente diezmado, le ganó 2 a 1 a Independiente Santa Fe y quedó como líder del Grupo D. Se hizo gigante ante la adversidad, pero con una naturalidad admirable. Fabrizio Angileri y Julián Álvarez convirtieron los tantos de un partido memorable. En la segunda mitad, Kelvin Osorio descontó.

Antes del minuto, el local tuvo su primera chance. Álvarez recibió de espaldas, hizo un rodeo y habilitó a Agustín Fontana. El ex Banfield quedó solo, aunque un poco lejos del arco, y definió muy fuerte por arriba. Un minuto después, otra vez llegó el equipo argentino, pero esta vez convirtió.

Jeison Palacios falló en el rechazo y Fontana nuevamente se fue solo y definió mal. Pero, en esta ocasión, el rebote le quedó a Angileri que pudo concretar con cierto suspenso.

A los 5, otra vez el equipo que nunca deja de sorprender, convirtió. David Martínez, de una pelota parada, le puso un pase bárbaro a Álvarez que controló en el área y en dos toques sacó un misil de zurda para anotar el 2 a 0. La defensa del conjunto colombiano tuvo un arranque prácticamente amateur, pero el gesto técnico del delantero del equipo de Núñez fue inmejorable.

El equipo colombiano intentó permanentemente cargar el área con pelotazos. Su única idea pasó por forzar, de los modos más obvios, un potencial error de Enzo Pérez que nunca llegó. Incluso, sucumbió ingenuamente en varias oportunidades ante el fuera de juego, tras un adelantamiento muy esperable de la defensa de River. También remató en un par de ocasiones desde muy lejos, con el mismo fin.

Aún sin pelota, lo que a priori era claramente un riesgo, el Millonario sufrió poco. A pesar de que el equipo argentino bajó un poco el ritmo tuvo todo bajo control. A los 39 contó con otra chance de convertir a partir de una serie de errores ridículos del fondo de Santa Fe.

Álvarez la peleó ante la desidia de los defensores y no pudo en dos oportunidades seguidas ante el arquero Leandro Castellanos.

En la segunda mitad, Santa Fe tuvo apenas una pizca más de claridad para atacar, especialmente a partir del ingreso de Osorio, que no fue rutilante pero si impetuoso. No hubo llegadas claras pero sí un dominio más sostenido. Al menos, logró sitiar el área del equipo argentino.

A los 27 minutos, los dos mejores del equipo colombiano se combinaron para descontar. John Arias le ganó la espalda a Milton Casco, desbordó por la izquierda y metió un centro atrás. Osorio llegó de frente y pese a patear con alguna dificultad consiguió el gol.

Más allá de esa acción puntual, el esfuerzo de los jugadores de campo hizo que Enzo Pérez, que se consolidó en el Olimpo de los ídolos del Millonario, no sufriera tanto.

El físico comenzó a pasarle cierta factura al equipo de Gallardo. Muchos jugadores terminaron con visibles dificultades musculares y el entrenador, en consecuencia, decidió soltar a Jorge Carrascal, el menos colaborativo y comprometido, y retrasar a Álvarez y Fontana para tener jugadores más predispuestos a batallar en defensa.

De ese modo, logró aguantar hasta el final incluso cuando a la película se le sumó un capítulo más para hacerla nuevamente inverosímil: ingresó Hollman McCromick, un chico colombiano de 15 años, de ascendencia irlandesa.

El River de Gallardo tiene el halo de los equipos más grandes de todos los tiempos y la magia propia de la ficción, que hace creer factible y hasta probable lo que en términos lógicos parece imposible.

Ha tenido derrotas, pero es indiscutiblemente uno de los ciclos más importantes de la historia, por cosas como las que hizo en este encuentro. Cualquier rival que le suban al ring es forzado o extremadamente efímero. Hoy, nuevamente, en circunstancias no tan culmines aunque sí decisivas y en un contexto desfavorable e irrepetible, el Millonario hizo historia, en términos estrictos y en términos literarios.