Parece absurdo el hecho de haber postergado el Abierto de Francia una semana. El país europeo lidia con una fuerte ola de casos de COVID-19 y ha tenido que apelar a varias restricciones, como el cierre de todo comercio no esencial para hacer frente a la cuestión.

Las medidas que ya regían en París, donde se juega el torneo, se hicieron extensivas a toda Francia continental hace una semana. El Primer Ministro, Emmanuel Macron, no es para nada afecto a las legislaciones tendientes al cierre ni mucho menos a lo que se conoce como “cuarentena estricta”.

Y, sin embargo, por las complicaciones en el sistema de salud ha cedido respecto de algunas decisiones puntuales para controlar la situación. En ese contexto, la organización decidió aplazar el inicio de Roland Garros al 30 de mayo, con el objetivo de conseguir la mayor afluencia de público posible.

Las medidas restrictivas tienen vigencia al menos hasta los primeros días de mayo, por lo que parece poco probable que los espectadores se vuelquen masivamente a los estadios un par de semanas después de salir de una situación de esa índole. La Federación Francesa de Tenis sufrió un fuerte golpe económico en 2020, cuando, incluso habiendo atrasado el campeonato varios meses, y en una situación bastante más favorable que la actual en cuanto a contagios en el país, solo se permitió el ingreso de mil espectadores diarios, cuando esperaban poder contar hasta con 11 mil.

La decisión de atrasar el comienzo una semana parece un tanto desesperada. El calendario de tenis de este año es más apretado que el del año pasado y una postergación mayor podría complicarse como consecuencia de los Juegos Olímpicos que se disputarán a mitad de año, y Wimbledon, que a diferencia de lo que sucedió en 2020 va a llevarse a cabo.

Sin embargo, y dadas las circunstancias y las complicaciones que los tenistas pueden llegar a sufrir como consecuencia del contexto, es muy posible que en unos días se conozcan otras novedades respecto a la realización del torneo parisino.