En estrategia geopolítica, un país o estado "tapón" esta artificiosamente colocado entre dos países rivales, en los que la conflagración es posible o inminente, con el objetivo de que no haya entre ellos conflictos fronterizos que puedan determinar una escalada de hostilidades.

No es claramente el caso de Argentina, que en realidad es otro tipo de tapón, un tapón entre una normalidad y otra. Porque si uno mira hacia el Río de la Plata, observa que nuestro vecino de un lado, Uruguay, es un país normal. Su moneda tiene valor. En este momento Luis Lacalle Pou, encabeza un gobierno de derecha inteligente, abierto. Sucedió a uno progresista de similares características.

Pero si se prefiere mirar hacia la cordillera, se observará que acaba de asumir un gobierno de izquierda, inteligente, moderno, con un presidente joven y pujante, acorde al espíritu de los tiempos. Le traspasó el mando, sonriente, un ex presidente de derecha, Sebastián Piñera. "Tengo el mejor concepto de usted", le dijo Piñera a Boric en el momento del traspaso.

Es mentira que nuestra condena es vivir en "el culo del mundo", los vecinos están tan a trasmano del desarrollo como lo estamos nosotros. Tienen menos territorio, menos recursos naturales, menos población. A su vez, mejor balanza comercial porque tienen mas exportaciones, mas producción, una industrialización adecuada y una interacción con el planeta acorde también, a los tiempos que corren.

¿Porque? Evidentemente la calidad de la dirigencia y el prestigio de las instituciones es clave. Piñera, presidente de derecha, enfrentó una inesperada revuelta y respondió escuchando: la constitución pinochetista no respondía a las necesidades sociales. No estuvo a la vanguardia del cambio, no "la vio venir", claramente no es un estadista. Pero respondió a la problemática adecuadamente, convocó a la reforma y en eso anda Chile.

¿Es necesario tener un presidente de 36 años? Depende. Lo es si los mayores de esa edad no están dispuestos a modificar la doctrina en la que se criaron, si no están en capaacidad de entender la velocidad apabullante del cambio al que nos enfrentamos día a día. No es fundamental la estética juvenial, es sustancial la comprensión de los tiempos que corren.

Y por cierto, la institucionalidad. La legitimidad de una administración esta dada por su legitimidad. Si la presidencia, como tal, no inspira respeto por sus sucesivos accionares a lo largo del tiempo, los jueces no otorgan confianza y los legisladores son un hazmerreir, la cosa no puede funcionar. Jóvenes o mayores, serios, capaces, preparados, son el único camino para dejar de ser el país tapón entre el normal Chile y el normal Uruguay.