Desde que comenzamos a ver “Mare of Easttown” comenzamos a descubrir el abanico de personajes que conviven en una ciudad pequeña, en la que todos se conocen y están relacionados de alguna manera.

Mare (Kate Winslet), policía local, es uno de los ejes por el que transcurre la historia, el otro es, indudablemente, es la pequeña ciudad de Pensilvania en la que todo sucede. Pronto nos queda claro que Mare es una mujer que ha sufrido un trauma que le impide seguir con su vida y que, aunque utiliza su trabajo, para tapar ese freno de mano que le imposibilita superar lo que le ha tocado vivir.

Esa circunstancia la persigue en todas las relaciones que encara, queda reflejada en sus decisiones y queda reflejada en las actitudes ácidas que suele tomar con quienes la rodean. Lejos de la perfección, Mare, está atada por su propia incapacidad para dejar pasar las cosas y la necesidad de que la verdad salga a la luz sin importar lo que cueste y a quien le cueste.

Por otro lado, Easttown, es una ciudad pequeña –que hace culto del dicho “pueblo chico, infierno grande”- y un lugar lleno de secretos y mentiras en el que cada personaje tiene algo que esconder. La aparición del cadáver de una joven, que se suma al caso sin resolver de otra chica del pueblo desaparecida un año antes, dispara la historia policial que se va construyendo con suspenso y pistas falsas a través de los capítulos.

Nada es sencillo; aún cuando todo parece resolverse la historia continúa dando giros inesperados que hacen que el producto final sea virtuoso. Las tramas secundarias siguen su camino paralelo sin perder importancia ni quitándosela al argumento central.

Nos muestra, además, una pintura de las particularidades de una ciudad que muestra constantemente las miserias ante lo que le toca vivir, un rompecabezas en el que cada pieza va encajando, sin lugar a dudas, aún cuando un rato después nos demuestra que la seguridad que nos generó minutos antes se ve traicionada por nuevas pruebas.

En fin, todo cierra a la perfección en este ingenioso puzzle que sabe mezclar con acierto lo intelectual con lo emocional. Un producto que tiene todo para destacar: un gran guión, excelentes actuaciones y la sensación de que al final todo queda en su lugar.

Por Hernán Méndez

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