Conversar con Juan Palomino es una aventura apasionante: defiende sus convicciones al hueso, no titubea a la hora de responder y tiene una personalidad arrolladora. “Dejame ver cómo coordino los horarios, porque estoy grabando la ficción de canal 13 y ensayando una obra de teatro”, se compromete ante el pedido de un rato para hacer una entrevista. Apenas unas horas más tarde, envía un audio de whatsapp con toda la onda y avisa: “Ya encontré un hueco… la hacemos”.

El encuentro es en un bar de calle Corrientes. Llega con remera estampada, pantalón y campera de cuero negro, accesorios muy Palomino Style; entra saludando a quienes le hacen un guiño, incluidos los mozos, que murmuran entre sí. Levanta la mano y pide “dos cortados en jarrito y un par de medialunas”.

Después de un día intenso de varias horas de grabación arranca hablando “Buenos Chicos”, la nueva ficción de Pol-Ka que plantea la historia de un grupo de adolescentes de clase media alta que se verán involucrados en situaciones límites y se emite en el prime time de Canal 13. “Formar parte de Buenos Chicos es una vuelta a la ficción, a Pol-Ka, al género de la telenovela. Estoy muy contento y me siento privilegiado porque en este momento hay poco y nada de ficción argentina. Me genera mucha alegría que esté en horario central y si va bien, mucho mejor”, confiesa Palomino.

"Combato la hegemonía de los cuerpos y los colores, soy un militante activo de identidad marrón"

-Presentemos a Mario Córdoba, tu personaje en la tira

-Mario es un policía de la provincia de Buenos Aires, viudo, tiene dos hijos, una hermana y como todo policía, tiene una manera particular de ver la vida y de ejercer su paternidad. Atraviesa una situación compleja respecto del vínculo con sus hijos porque toda la vida se dedicó de lleno a su trabajo, su mujer falleció, hace lo que puede y va por la vida atendiendo a esas dos almas que son sus hijos, con el conflicto de no poder entender lo que le sucede a uno de ellos. El verdadero conflicto de Córdoba es estar inmerso en una realidad de lo que significa ser policía, no represor de trabajadores, e intentar resolver casos. Podríamos decir que es un detective y en el seno familiar hace agua en un montón de situaciones.

-Adrián Suar es el único que hoy apuesta a la ficción nacional ¿Qué opinás respecto de la invasión de las telenovelas extranjeras en los canales de TV abierta?

-Lamentablemente estamos mucho más emparentados o el público ve novelas turcas y coreanas y eso habla de la capacidad de producción que tienen esos territorios. Nosotros hemos perdido esa forma de relato propio tan argentino En una época hemos sido exportadores de contenido, pero actualmente atravesamos una situación crítica, difícil, que no escapa a la realidad global, pero es una crisis.

-¿A qué atribuís esa crisis: a los costos elevados o a la distribución de contenidos en otras plataformas?

-Mirá, muchos aducen que los costos son muy altos. Sería bueno preguntarle a Adrián Suar, productor de la ficción de Canal 13, por qué él arriesga e invierte y otros, no. Él apuesta a la ficción argentina porque sabe que va mucho más allá y si bien no le resto importancia al dinero, en este caso la novela habla de la identidad, de generar trabajo, de priorizar la calidad técnica, autoral y artística. Lamentablemente, el proceso de desintegración y penetración cultural que ejercen las novelas turcas, coreanas o brasileras, tienen que ver con una forma de entender desde el lado de la producción que no comparto. Alguna vez alguien dijo que los actores éramos caros y no es así, hemos conseguido derechos y es por eso que tenemos a SAGAI (Asociación Argentina de Gestión de Actores e Intérpretes) que nos facilita ser dueños de nuestra interpretación. La Ley del Actor que nos define como trabajadores en relación de dependencia cuando estamos contratados, y que nos garantiza el pago de vacaciones y aguinaldo.

-Capítulo aparte para la serie “Maradona: Sueño Bendito”, en la que interpretaste al mismísimo Diego en su edad adulta. Debe haber sido un desafío increíble para vos.

-Fue un tremendo desafío y una gran responsabilidad. Debo reconocer que no podía espejarme en la imagen de Diego y, si bien he sido un gran admirador por su incorrección frente al poder, no me veía interpretándolo.

-El personaje te exigía aumentar de peso y me imagino que no habrá sido fácil la mirada del afuera ¿Sufriste la “gordofobia” en carne propia?

-Tuve que engordar unos 20 kilos y si bien fui muy cuidado, el proceso fue tremendo porque no podíamos hablar de la serie hasta el momento del estreno. Por un lado, fue una enorme responsabilidad y, por otro, mirar alrededor mío y sentir la gordofobia como un disparador incisivo y lacerante por parte de algunas personas que me habían reconocido en los 90 y no entendían por qué había aumentado tanto de peso. El público fue muy cruel y lo padecí.

-Sin embargo, nos la pasamos repitiendo la frase “no se opina del cuerpo de los otros”.

-Es así, pero esa actitud habla de una parte de la sociedad que está anclada en una forma de concebir el cuerpo del otro y no mide consecuencias del daño que causa. Lo viví con mucha sorpresa, primero porque no lo podía decir públicamente y por otro porque nadie tiene que ir por la vida explicando los motivos por los que disparó la balanza. Podría estar atravesando una enfermedad, tomando corticoides y estar más hinchado. Sin embargo, sólo estaba preparándome para interpretar a uno de los hombres que ha gravitado, no solamente en el fútbol, a nivel mundial: Diego Armando Maradona, tan argentino, tan indoamericano, tan correcto e incorrecto; un hombre que supo entender su tiempo, en y por su forma. En definitiva, haber aumentado de peso para interpretarlo tiene un valor enorme para mí, sacando el malestar del que te hablé, me ha dado muchísimas satisfacciones.

"Combato la hegemonía de los cuerpos y los colores, soy un militante activo de identidad marrón"

Juan toma otro sorbo de café y se acomoda para seguir la charla porque anuncia: “Tengo tiempo, sigamos”. Bordear los límites en la actuación no lo intimida y quizás por eso el último verano aceptó la propuesta de José María Muscari y se sumó a “Sex Recargado”, en Villa Carlos Paz.

“Fue una muy buena experiencia porque nunca me había aventurado a ese tipo de performance, como la que proponía Muscari, y fue buenísimo trabajar con Iliana Calabró siendo los anfitriones. Lo pasé muy bien porque además se sumó la Charo, mi mujer, a quien amo y admiro. Lo volvería a repetir porque hicimos contacto con el público desde otro lugar, y fue completamente distinto a lo que sucedió con Sex en Buenos Aires y en Mar del Plata. Muscari tuvo la agudeza de entender la idiosincrasia de un determinado público que frecuenta la Villa y eso hizo que el vínculo fuese fluido e inquietante. El toque de fiesta y de humor fue un valor agregado a esa versión”, remarca Palomino quien debutó haciendo temporada en Carlos Paz y reconoce que ama la provincia de Córdoba.

El presente lo encuentra ensayando The Full Monty/Sinvergüenzas, una obra que Palomino hizo allá por el año 2000, con producción de Marcelo Tinelli, acerca de un grupo de amigos, una crisis y una oportunidad. “Fue una versión diferente, no había plataformas, hoy todos nos acercamos al mundo desde TikTok, desde Instagram, entonces hacer una nueva puesta versión 2023, dirigidos por Diego Rinaldi, es conectarnos con estos tiempos”, describe y anuncia que se va a estrenar el jueves 28, en el teatro Premier.

-Nombralos a todos los sinvergüenzas porque van a leer la nota y no quiero reclamos el día del estreno de prensa.

-Sí, claro. Somos un elenco inquietante: Nacho Sureda, Carna Crivelli, Alejandro Cupito, Benjamín Alfonso y Alexis “el Cone”, que le aporta una impronta muy de estos tiempos. The Full Monty / Sinvergüenzas, con libro de Daniel Botti y dirección de Diego Rinaldi, es una comedia interesante porque atraviesa la experiencia de la desocupación, el sentir que perdés la dignidad, la autoestima, que quedás fuera del sistema; eso plantea la obra. Nos permitimos despojarnos de la ropa de vestir y la interior para contestar, muchas veces, a políticas económicas que han dejado afuera a muchísima gente. Si bien yo tengo trabajo, hay muchísimos actores desocupados, cosa que se ha agudizado en los últimos tiempos.

-Te doy un espejo y te invito a que te mires. ¿Qué imagen te devuelve el espejo?

-A mis 62 años, la primera imagen que me viene es la de ese niño que soy, el bebé que nació en La Plata y el niño que fui en Cuzco, que me cobijó hasta los 16 años. Me devuelve la mirada de los otros, de esos amores que han formado parte de mi vida, la mirada de mis hijos, mis contradicciones y también me reafirma mis convicciones. El espejo, como el cine, es una red de espejos que me permite multiplicar muchos compromisos, pasiones, luchas, sueños. El espejo me devuelve mi historia allá en Perú, lugares donde trabajé, años duros de la Dictadura, de censura, pero también me devuelve la gracia y el humor. El espejo también me devuelve la imagen de Diego Maradona que yo no veía y que hoy habita en mí.

-Hablemos del paso del tiempo que deja marcas en el rostro. Dicen que después de los 50 uno tiene la cara que se merece y a simple vista se te ve muy bien.

-Siento que me devuelve las líneas que van trazando mi rostro, mi piel, las imperfecciones, esas que han llegado según el sistema y combato contra eso. Combato la hegemonía de los cuerpos y los colores, soy un militante activo de identidad marrón y el espejo me devuelve esa identidad marrón, indoamericana, esa identidad argentina que no solo es lo blanco europeo porteño, sino los colores marrones de Jujuy, Salta, Catamarca, Misiones, Formosa, Mendoza…

-Y estás enamoradísimo de la Charo Bogarín, una artista extraordinaria, de voz sublime, cantautora, gestora cultural.

-Hace cinco años que convivimos con Charo. Hemos decidido compartir nuestras vidas y previamente fuimos amigos, época en la que transitamos el universo del cine que nos unió como pareja.

-Se nota la admiración que hay entre ustedes y lo comparten todo el tiempo en redes sociales.

-Yo soy su fan número uno y la primera vez que la escuché cantar con el dúo Tonolec (Darío Pérez), empecé a seguirla y la vida nos encontró. Filmamos varias películas y el final amoroso fue terminando el rodaje de “Aimé”, porque estábamos atravesados por situaciones personales que cada uno iba resolviendo y esa fue la razón, más allá de las circunstancias de cada uno. Nos acompañamos en todo, cuando puedo me invita a recitar en sus presentaciones, como la última en Café Berlín donde además festejamos su cumpleaños. La Charo es una mujer íntegra, con convicciones, que ha tenido y ha vivido la experiencia de tener un padre desaparecido: Francisco Bogarín nunca fue encontrado. Con mi mujer hemos estudiado juntos en pandemia y eso nos mantiene unidos culturalmente, también. Soy feliz a su lado.

"Combato la hegemonía de los cuerpos y los colores, soy un militante activo de identidad marrón"

Juan tiene tres hijos de diferentes madres: Adriana Ferrer, Sabrina Kirzner (hermana de Adrián Suar) y Lucila Rovirosa. “Mi hija Sofía es actriz, Aaron es actor y Floriana, también est+a involucrada en el universo del cine y de la producción. Ningún libro te enseña a ejercer ese rol”, define. Y agrega: “La paternidad es un gran desafío, un continuo aprendizaje y muchas veces nuestros hijos nos enseñan y nos facilitan crecer. Soy de los que escucha, hablamos de la actualidad, de economía, de derechos… no soy amigo de ellos; soy padre y lo vivo con mucha pasión”.

-Respecto a la sociedad, ¿qué te genera indignación?

-La poca empatía hacia el otro, escuchar discursos de algunos dirigentes hablando de política y economía como si fuese algo nuevo. Me indigna la reivindicación de la represión ilegal del terrorismo de Estado. Insisto: mi suegro está desaparecido y no hemos encontrado sus restos. Me indigna la cantidad de desaparecidos que hubo en la Argentina y en Latinoamérica. Me indigna que haya habido un Estado represor, terrorista, que arrojaba mujeres y hombres desde los aviones, que torturaban y se apropiaban de criaturas. También que algunos políticos bravos hagan bandera de políticas económicas neoliberales que ya las hemos vivido desde la época de Martínez de Hoz y otros tantos. Después, los neoliberales de la década del 90, de la mano de distintos ministros como Domingo Cavallo, Erman González, Rapanelli y Roig, el primer ministro de Economía de Carlos Saúl Menem.

-Estamos a pocos días de las elecciones de octubre, ¿qué te genera el acto de ir a votar?

-Me parece sublime. Votar con convicción me parece más sublime aún. Es uno de los momentos clave de la democracia, es una gran responsabilidad y como ciudadano uno tiene que estar atento a cuáles son las propuestas que integran, las que excluyen, a las que han sido probadas y han destruido el tejido social argentino, la industria argentina. Yo soy producto de esas políticas económicas, de la importación en contra de la producción nacional, de la privatización de empresas del Estado que han sido prácticamente saqueadas. Por eso, votar significa estar atento, agudo, presto a entender y a leer entre líneas: titulares, discursos, investigar, ir para atrás y tener memoria. La paternidad también tiene que ver con memorizar nuestro pasado para entender el presente y no volver a repetir las mismas falencias. Como tendría que hacer la Justicia al investigar un caso: vamos para atrás, revisemos para ver de dónde viene.

-¿A quién te imaginás como futuro Presidente de los argentinos?

-Quiero un presidente que me represente aún en sus propias contradicciones, que entienda que el camino tiene que ver con la inclusión, la educación, la salud y los jubilados son importantes y también los niños. Quiero un presidente que entienda que el valor agregado que representa la producción es un capital enorme. Que permita la integración latinoamericana y no un presidente que no se llene la boca hablando barbaridades como la venta de órganos, la portación de armas. Que quien nos gobierne tenga capacidad de trabajo alejado de reposeras, que entienda que la política es la mejor herramienta para transformar una sociedad. Quizás sea utópico lo que digo, pero necesito un presidente al que le vibre el corazón. No creo en los hombres que prometen y solucionan porque son amigos de otros poderosos y me refiero a la economía. Quiero un presidente que garantice los derechos de los trabajadores, de los empresarios, de los niños, de los ancianos y que defienda la cultura en toda su extensión.

"Combato la hegemonía de los cuerpos y los colores, soy un militante activo de identidad marrón"

Mientras vamos pidiendo la cuenta, Juan se va poniendo la campera y responde la última pregunta con la taza vacía delante de sus ojos.

-¿Con quién tenés algún café pendiente?

-Siempre tengo cafés pendientes con mis hijas Sofía y Floriana, con mis amigos Cham Sun King, con Daniel Dalmaroni, Daniel Valenzuela. Mis cafés pendientes son con aquellas personas que gravitan y han gravitado en mi ser, con aquellas almas que me han permitido ser quien soy. Hay encuentros que por las distancias no se producen, pero sostengo en que hay que hacer un gran esfuerzo para encontrarse más, abrazarse más, hablar, respetarse, tolerar y defender esos universos que nos han permitido constituirnos en individuos que creemos fervientemente en la construcción de una sociedad más justa y alejada de la violencia.