
Un estudio reciente publicado en la revista L'anthropologie aporta precisiones sobre cómo los seres humanos desarrollamos el pensamiento matemático, es decir, la capacidad de pensar en números. La investigación explora cómo nuestros antepasados, desde los primeros homínidos hasta el Homo sapiens, fueron construyendo las bases biológicas y culturales que nos permiten hoy contar, calcular y entender el mundo numéricamente.
Durante años los científicos han debatido si nuestra habilidad para entender los números es algo con lo que nacemos o algo que aprendemos culturalmente. Algunos sostienen que es un rasgo biológico compartido con otros animales, como los monos o incluso las aves, que pueden distinguir cantidades pequeñas.
El nuevo estudio propone que la capacidad de pensar en números es el resultado de una interacción compleja entre la biología y la cultura, según explican los autores. Es decir, nuestro cerebro evolucionó para procesar cantidades, pero fueron las experiencias culturales las que nos permitieron desarrollar sistemas numéricos complejos.
Para llegar a esta conclusión los investigadores analizaron numerosos hallazgos arqueológicos que muestran cómo los humanos y sus antepasados manejaban conceptos numéricos. Uno de los ejemplos más antiguos proviene del Homo erectus, que hace 1.7 millones de años fabricaba herramientas de piedra simétricas, como los bifaces achelenses. Estas herramientas requerían una planificación mental avanzada, por lo que ya tenía que existir una comprensión básica de la geometría y las proporciones.
Pero, ¿cómo surgió esta capacidad en nuestro cerebro? Los científicos señalan que una región llamada surco intraparietal (IPS) juega un papel clave. Esta zona, que también está presente también en otros animales, nos permite percibir cantidades pequeñas (como saber de un vistazo si hay tres o cuatro objetos). A diferencia de otros animales, en los humanos esta región se conectó con otras áreas del cerebro permitiendo no solo percibir números, sino también manipularlos simbólicamente.
Además, el estudio destaca que algunos genes, como el ROBO1, estarían vinculados al desarrollo de esta parte del cerebro, y curiosamente estos genes son muy antiguos, lo que permite suponer que la base biológica del pensamiento numérico se remonta a millones de años.
El estudio concluye que la capacidad de usar números es parte de una cognición simbólica más amplia, en la que la idea del número trasciende la mera interpretación de objetos arqueológicos. Es decir, no se trata solo de contar piedras o huesos, sino de una habilidad abstracta que nos permite entender el mundo de manera única. Este proceso no fue rápido, sino que tardó millones de años en desarrollarse, desde las primeras herramientas del Homo erectus hasta los símbolos numéricos del Homo sapiens. Y no fue solo obra nuestra.
En palabras de los investigadores, el origen evolutivo del pensamiento numérico muestra cómo un proceso biológico y cultural, trabajando juntos, puede dar lugar a una de las formas más elevadas de cognición humana.