El octavo día de la guerra en Medio Oriente fue testigo de una dramática escalada, con Israel e Irán protagonizando fortísimos ataques mutuos que mantienen en vilo a sus respectivas poblaciones. Esta intensificación se produce en un contexto de rechazo por parte de la república islámica a retomar las negociaciones sobre su programa nuclear con Estados Unidos, incluso con la mediación de Omán.
Las Fuerzas de Defensa de Israel anunciaron que durante este viernes sus aviones de combate, bajo la supervisión de la Dirección de Inteligencia, atacaron el Cuartel General de Seguridad Interna del régimen iraní y la sede de las Unidades Especiales de Seguridad, ambas ubicadas en la zona de Teherán y consideradas parte de los cuerpos militares del régimen. Minutos después, Israel precisó haber destruido más de doscientos plataformas de lanzamiento de misiles en unas 35 instalaciones militares situadas en las regiones de Tabriz y Kermanshah, en el oeste de Irán, cuyas autoridades reportaron aproximadamente 3.000 heridos desde el inicio del conflicto.
En respuesta a los ataques israelíes, Irán lanzó una nueva andanada de misiles balísticos dirigidos hacia el sur de Israel. Uno de estos proyectiles impactó nuevamente en la ciudad de Beersheba, en una zona de alta importancia estratégica, muy cerca del Parque de Tecnologías Avanzadas Gav-Yam Negev y de la Universidad Ben-Gurión. Los impactos causaron incendios, daños considerables en un edificio de seis plantas y la calcinación de varios automóviles. Según el servicio de emergencias Magen David Adom, siete personas resultaron heridas leves por contusiones, inhalación de humo y crisis de ansiedad.
La zona afectada por el reciente ataque iraní en Beersheba se encuentra próxima al Centro Médico Soroka, el hospital más grande de Israel, que ya había sido destruido por un misil iraní en la madrugada del jueves.
