
Un reciente y notable estudio arqueológico, publicado en la revista Science Advances, ha reafirmado que las huellas descubiertas en Nuevo México, con una antigüedad estimada entre 23.000 y 21.000 años, constituyen la evidencia más antigua de presencia humana en el continente americano. Este hallazgo redefine las cronologías previamente establecidas sobre el poblamiento de América, ofreciendo una perspectiva revolucionaria para los antropólogos y su comprensión del desarrollo de las culturas prehistóricas en Norteamérica.
Las huellas en cuestión fueron excavadas en 2019 por investigadores de la Universidad de Bournemouth y el Servicio de Parques Nacionales de EE.UU., y sus hallazgos iniciales se publicaron en 2021. La datación original de estas impresiones las situaba unos 10.000 años antes que los restos encontrados hace más de 90 años en un yacimiento cercano a Clovis, Nuevo México. Dicho yacimiento dio nombre a la cultura Clovis, considerada durante mucho tiempo como la más antigua conocida en Norteamérica, haciendo que el nuevo descubrimiento desafíe directamente esta concepción.
Desde la publicación de 2021, la comunidad científica ha dedicado los últimos cuatro años a cuestionar la fiabilidad de la datación de las huellas. La principal objeción se centró en la metodología utilizada, argumentando que las semillas y el polen antiguos presentes en el suelo, empleados para datar las huellas por radiocarbono, no eran marcadores suficientemente fiables para establecer una cronología tan remota.
Sin embargo, el nuevo estudio aborda directamente estas críticas al emplear una metodología de datación diferente y más robusta. En esta ocasión, la datación por radiocarbono se basó en el lodo antiguo encontrado en las huellas, en lugar de semillas o polen. Además, el análisis fue realizado por un laboratorio independiente, proporcionando una verificación adicional de los resultados y fortaleciendo la validez del hallazgo original.
Específicamente, el nuevo artículo concluye que el lodo tiene una antigüedad que oscila entre los 20.700 y los 22.400 años. Esta cifra se correlaciona de manera consistente con el hallazgo arqueológico original, que estimaba la antigüedad de las huellas entre 21.000 y 23.000 años. Este estudio marca la tercera vez que se utiliza un tipo diferente de material (lodo, sumado a semillas y polen) para datar las huellas, y los análisis han sido llevados a cabo por tres laboratorios distintos. Como resultado, dos grupos de investigación independientes cuentan ahora con un total de 55 dataciones por radiocarbono que demuestran una notable coherencia.
"Es un registro notablemente consistente", afirmó en un comunicado Vance Holliday, profesor emérito de la Escuela de Antropología y del Departamento de Geociencias, y uno de los autores de la investigación. Holliday, quien ha dedicado casi 50 años al estudio del poblamiento de las Américas, con especial énfasis en las Grandes Llanuras y el Suroeste, subraya la solidez de los datos obtenidos a través de esta variedad de pruebas y análisis.