Para hacerse una idea de la importancia de este premio, basta mencionar que sus criterios de selección establecen que se otorgará "a investigaciones de excepcional calidad y a candidatos que prometan convertirse en líderes" en su disciplina. Se entrega desde hace aproximadamente 15 años y dos de los que lo obtuvieron recibieron más tarde la medalla Fields, el Nobel de la matemática.

Walsh, sobrino nieto del escritor (al que no llegó a conocer), nació en Almagro, pero más tarde se mudó con su familia a Palermo. Allí concurrió a la Escuela Argentina Modelo.

El amor a primera vista de Walsh con "la reina de las ciencias" se produjo casi por casualidad, si es que eso existe, en ese "cosmos virtual" que es Internet. Como muchas veces sucede, ese encuentro le imprimiría un drástico cambio de rumbo a su vida.

Decidió ingresar en la Facultad de Ciencias Exactas de la UBA. Cinco años más tarde (en 2010) había obtenido su título de licenciado, y apenas dos años después, el doctorado. Para ese momento, ya había encontrado un desafío digno de sus aspiraciones.

En el Pabellón I de la Ciudad Universitaria, con la dirección de Román Sasyk, empezó a trabajar en dos áreas que resultan abstrusas para el resto de la humanidad, pero que para los matemáticos son fascinantes: teoría ergódica y teoría de números.

El problema particular que atrajo su atención fue el de los "promedios ergódicos", una de las herramientas fundamentales que hay en la teoría para saber cómo se va a comportar el sistema que se estudia. "Lo que uno quiere saber es si esos promedios van a converger en un valor definitivo o si ese resultado valdrá por un tiempo limitado y luego cambiará -prosigue-. La tarea era probar esto, que daba una respuesta definitiva."

Era, efectivamente, un problema abierto... desde hacía décadas. En los años 30, John von Neumann había demostrado que cuando uno tiene una única función de interés, los promedios ergódicos convergen, pero su enfoque no respondió qué ocurre cuando hay más de una función que interesa.

Inspirado por Terence Kao, de la Universidad de California en Los Angeles, que introdujo nuevos métodos para atacarlo, Walsh destinó su tesis de doctorado a responder este problema para el caso más general posible. Y lo hizo.

Al día siguiente de subir sus trabajos a Internet, antes de mandarlos a publicar, empezaron a llegarle invitaciones para ir a investigar a muchos lugares, entre ellos la Universidad de Oxford, donde se encuentra desde octubre del año asado. "Me gustó la idea de venir acá, porque aquí trabaja el grupo más especializado en el tema que a mí me interesa", dice.

Reconoce que es un sueño hecho realidad. Gracias a la beca Clay, podrá dedicarse los próximos cuatro años a investigar sin otra obligación. "No tengo muchos planes, porque voy a tener muchas experiencias nuevas y quiero ver cómo evolucionan", se despide.

Fuente LA NACION