El cerebro humano ha sido objeto de numerosas investigaciones a lo largo de los años, en un intento por comprender su evolución y sus cambios a lo largo del tiempo. Tradicionalmente se ha considerado que nuestro cerebro, con su capacidad de pensamiento e innovación, es lo que nos distingue de otras especies animales. 

A lo largo de la historia, se ha observado un aumento significativo en el tamaño del cerebro humano, que casi se ha cuadriplicado en los últimos seis millones de años (desde nuestro último ancestro compartido con los chimpancés). Sin embargo, estudios recientes indican que esta tendencia al aumento del tamaño cerebral se ha revertido en el Homo sapiens. 

Investigadores como Ian Tattersall y Gerhardt Von Bonin han observado una disminución en el tamaño promedio del cerebro humano en los últimos 100.000 años, en contraste con especies anteriores como Homo erectus y Homo neanderthalensis, cuyos cerebros experimentaron un crecimiento significativo. 

Las teorías que intentan explicar esta reducción varían, desde la influencia del lenguaje y el procesamiento de información simbólica hasta factores como el cambio climático y la transición a sociedades agrícolas. Los estudios también sugieren que la disminución del tamaño cerebral podría estar relacionada con la domesticación y la disponibilidad de alimentos ricos en nutrientes. 

A pesar de la reducción en el tamaño del cerebro, la cuestión sobre cómo esto afecta a la inteligencia humana sigue siendo objeto de debate. Si bien el tamaño del cerebro ha sido tradicionalmente asociado con la inteligencia, investigaciones recientes sugieren que la forma en que está conectado el cerebro es un factor crucial. 

Además, la capacidad de la especie humana para desarrollar herramientas y tecnologías que complementen sus capacidades cognitivas podría estar compensando cualquier disminución en el tamaño del cerebro. Son las famosas ‘ortopedias culturales’ de las que hablaba Freud hace ya un siglo; mientras Platón, en el Fedro, postulaba que los libros no incentivaban la memoria, sino el olvido, la evidencia histórica de miles de años de civilización muestran un salto cualitativo en la organización de la información a partir de la mayor capacidad de procesamiento de datos.

Así, los dos momentos clave de la evolución del cerebro parecen haber sido hace cien mil años, cuando el surgimiento del lenguaje permitió una reorganización más eficiente del cerebro, y hace nueve a doce mil años, cuando, a partir del Neolítico, surgió la agricultura y con ella las primeras civilizaciones sedentarias.