Roxana Levinsky es la rectora de la Escuela N° 10, Domingo F. Sarmiento de Recoleta y vive una doble realidad: las necesidades de los alumnos que asisten a una escuela pública y el entorno del barrio en el que se emplazan, uno de los de mayor poder adquisitivo de Buenos Aires.

“Es un colegio particularmente especial, donde hay hambre de tradición y estirpe elitista; salieron importantes dirigentes del país. Para buena parte del cuerpo docente que tiene arraigado esta simbología, es difícil adaptarse al cambio de población de la escuela, donde el 70 por ciento son chicos de la Villa 31. También hay chicos del Teatro Colón y una minoría de clase media”, explicó en La Vuelta.

En ese sentido, dijo, “sabemos que la clase media no está en las escuelas públicas, prácticamente”.

“Cuando entré a esta escuela, allá por el 2006, percibí que el clima de escuela, la cantidad de horas libres, la falta de fronteras entre clase y recreo, la deserción escolar, la repitencia –que era de un 50 por ciento y la bajamos al 8 por ciento-. Para estos chicos el futuro es muy incierto y es importante generarles un entorno que les permita conocerse, reconocerse y subir su autoestima”, agregó la docente.

“Desde el inicio de la democracia para acá comenzó a cambiar la población de las escuelas públicas. Hoy la ley nos obliga que los chicos tengan una escuela secundaria obligatoria para aprender y también para conseguir un trabajo más digno”, sostuvo en los estudios de Radio Continental.

Asimismo, advirtió que en su escuela “aún los docentes, los adultos, tenemos una percepción de la escuela secundaria ligada a otro modelo, donde se formaba el dirigente político, el presidente de la república…”.

“Nosotros recibimos chicos con unas desigualdades muy grandes respecto de otros, que muchas veces no tienen familias que se ocupen de ellos, que no tienen interés por la escuela y nosotros debemos incentivarlos. Antes, a un chico lo sancionabas y corría el riesgo de ser echado; era todo un drama familiar y un drama personal. Hoy, el chico te puede decir ‘bueno, écheme’”, remarcó.

“La política (interna) es hacer de la escuela lo menos escuela posible, desescolarizar la escuela y hacer que cada uno de los chicos se sienta visible”, explicó Levinsky.

“Creemos que todas las experiencias pedagógicas están atravesadas por el arte, en un sentido amplio: entran la imagen, la música, estímulos diversos que permitan poner en diálogo la cultura y la educación”, dijo.

“¿Cómo hace hoy un docente para atender a 25 o 30 chicos con puntos de partida muy distintos? Instalamos en los distintos turnos equipos de apoyo, que son chicos –algunos estudiantes- que pueden trabajar con el docente en el aula o afuera de ella, paralelamente en la cursada. El objetivo es dar lugar a las singularidades dentro de esta masividad de escuela, que no ve a nadie”, señaló.

“Conocimos a un chico que en la escuela tradicional era echado de las clases porque se llevaba muy mal con los ‘no’ y con ‘la ley’ porque venía de una situación familiar muy terrible. A partir de allí decidimos agruparlos y ponerles otros docentes”, dijo.

Las escuelas secundarias. “Lo que dicen, inclusive los funcionarios, es que la escuela secundaria perdió el rumbo. Los chicos no se encienden, no los convocan, duermen, escuchan la música…”, lamentó Levinsky.

Para la rectora, “hoy la población está hiperestimulada por un mundo de colores, ruidos y estruendos, a través de la tecnología, y se crea un mayor abismo entre las generaciones de docentes y alumnos”, sostuvo.

“La network entró a la escuela, a través del programa del gobierno de ‘Conectar Igualdad’”, remarcó la rectora.

“El mundo joven y adolescente está muy a la deriva, ellos forman parte de una sociedad violenta, de consumos diversos y sinsentidos numerosos”, advirtió

Baja en la edad de imputabilidad. “La mayor parte de estos chicos ‘demonizados’ no están escolarizados o se encuentran bajo los efectos de la droga”, señaló Levinsky.