Saúl Macyszyn tiene 74 años y desde los diez, cuando un camión se subió a la vereda de su casa y lo atropelló, sabe lo que es ser una persona con discapacidad: se salvó de milagro, pero perdió el brazo derecho, quedó con problemas en la vista y con serios daños en la columna vertebral, que le impidieron caminar durante casi tres años. Hijo de un obrero y una empleada doméstica, siempre agradece la atención que recibió en el hospital público Evita, a quien desde entonces, poco menos que venera.

Por Continental, relató que,  cuando en 1990 se quedó sin trabajo, buscó durante siete años qué hacer, pero sin suerte. "Ya estaba casado y tenía tres hijos, pero tuve que subsistir con trabajos esporádicos, mal pagos y en total informalidad. En un momento me di cuenta de que la única salida que tenía era crear un emprendimiento propio", recuerda.

Entonces, decidió jugarse por completo: con el consentimiento de su familia, vendió la casa y se puso un puesto de panchos en el hall de la estación de trenes de Retiro, en la línea Mitre. Lo llamó "Discapanch". Hizo cursos de comidas rápidas y "se copió" de otras pancherías. El emprendimiento que empezó sólo atendido por su familia, hoy emplea a quince personas con discapacidad motriz y pasó de un puesto de lata a ganar la concesión de uno de los locales comerciales de la estación, detsacó en La Mañana.

Discapanch está abierto las 24 horas y los empleados, todos contratados en blanco, se organizan en turnos de ocho horas para atender a un promedio diario de 300 personas. A partir de la experiencia de Discapanch, en 2001, Saúl impulsó la Asociación Microemprendimientos Solidarios, un espacio generador de empleo para personas excluidas del mercado. Armó, así, una "cadena laboral de discapacitados", que se puede conocer en la página de la asociación.