A sus 37 años de edad, Dale Decker posa ante la cámara mostrando el tatuaje que lleva en su mano: «Free» («Libre»). Sin embargo, y en contra de lo que pone en la inscripción, este estadounidense residente en Wisconsin se encierra desde hace meses en casa para sufrir su enfermedad en silencio y apartado de la sociedad. Y es que, según afirma, no puede salir a la calle sin ser objeto de miradas y burlas por parte de sus amigos y vecinos.

Dale padece una extraña enfermedad conocida como trastorno de excitación genital persistente que provoca que cada una de las acciones que realiza a diario vaya acompañada de un orgasmo. De hecho, y tal y como explica la versión digital del «Daily Mirror», este estadounidense llega a «padecer» -como él mismo afirma- unos 100 al día. Algo que no le permite hacer vida normal.

Al parecer, su pesadilla comenzó en 2012, cuando se resbaló y se dio un fuerte golpe en la espalda. Éste impacto le granjeó un centenar de orgasmos al día por causas que los médicos desconocen. «Imagina que estás de rodillas en el funeral de tu padre, junto a su ataúd para despedirte de él, y entonces tienes nueve orgasmos allí mismo, mientras que toda la familia está de pie junto a ti. Algo así hace que no quieras volver a tener un orgasmo en el tiempo que te queda de vida. No hay nada agradable en ello, porque aunque te sientes físicamente bien, estás completamente disgustado por lo que está pasando», explica, en declaraciones recogidas por el «Daily Mirror» Dale.

La vida de este norteamericano ha cambiado de tal manera que ya no puede cuidar de sus hijos, pues dice que se siente como una persona repugnante cuando tiene un orgasmo frente a ellos. La enfermedad también ha hecho que sus amigos se distancien de él. Su mujer, en cambio, sigue luchando porque Dale obtenga la ayuda que necesita, algo que la pareja ve cada vez más difícil.
Por su parte, algunos especialistas consultados por el «Daily Mirror» han señalado las grandes dificultades y penurias que deben pasar aquellos que sufran un trastorno de excitación genital persistente. «Es una dolencia grave. Sólo espero que reciba la ayuda que necesita. Lo que le sucede no es sexual, es un espasmo horrible que puede ser terriblemente doloroso», añade Dena Harris (especialista en esta enfermedad) en el diario.