Nélida Haydeé Rivas tenía 14 años cuando se convirtió en la amante del presidente argentino Juan Domingo Perón, con quien mantuvo una relación de poco más de un año que marcó su vida y la convirtió en una mujer perseguida y atormentada, aseguró por Continental Juan Ovidio Zavala, quien fuera abogado de la familia de la mujer y ahora, a sus noventa años, revela todo lo que sabe en el libro “amor y Violencia”.
 
Nélida, a quien todos conocían como Nelly, era una joven “inteligente y con mucha personalidad” que se acercó a Perón como lo hacían otras adolescentes que despuntaban por sus calificaciones o por su trabajo en organizaciones peronistas. Conoció a Perón, que entonces tenía 60 años, en el jardín de la quinta presidencial en 1953 y “se quedó impactada, sin palabras”. Durante semanas se sucedieron las visitas, hasta que se instaló en la residencia para cuidar a los perritos de la segunda esposa del general, Eva Duarte, que había fallecido en julio de 1952.
 
Nelly y Perón mantuvieron una relación “discreta y reservada” que contó con el consentimiento de los padres de la adolescente, un empleado y la encargada de una casa de renta de origen paraguayo que vivían en una portería, explicó Zavala en La Mirada Despierta. Celebró su 15 cumpleaños con una fiesta en los salones de la residencia y fue tratada por Perón como primera dama hasta que el golpe de Estado de septiembre de 1955 obligó a huir al general y el romance se transformó en un drama para la joven.
 
El 18 de septiembre de 1955, Perón le pidió que regresara a su casa y le entregó un sobre con 400.000 pesos y joyas heredadas de Evita. Rivas estuvo a punto de reunirse con el general en la cañonera pero no lo hizo para cuidar de sus padres. “Allí perdí el tren de la historia”, lamentó en una de sus conversaciones con Zavala. El nuevo gobierno acusa a Perón de estupro y ordena un registro policial en casa de los Rivas durante el cual desaparecen el dinero, las joyas y las cartas del general. Poco después, las cartas de Perón aparecen en la prensa y el general piensa que su amante lo traicionó.
 
“El objetivo de la denuncia es obligar a Perón a volver, pero no lo consiguen, jurídicamente la demanda no tenía sustento, lo único que hace el Gobierno es perseguir a la niña”, afirma el abogado. Rivas es detenida y durante 218 días permanece en el Asilo de San José, donde se encerraba a prostitutas menores, del que salió muy enferma. Hasta veinte veces apeló Zavala, militante radical y cercano al presidente Arturo Frondizi, como abogado de los Rivas para que le devolvieran los objetos que le había regalado Perón y que nunca aparecieron, pese a que una corte de apelaciones resolvió a su favor de la entrega.
 
Aunque se casó en 1958 y tuvo dos hijos, Rivas “quedo destrozada y marcada de por vida”, lamenta el abogado. Volvió a ver a Perón un día de 1973, cuando el general estrenaba su tercer y último mandato tras el exilio. “Fue un breve encuentro al que asistió acompañada de su marido, y el general le dijo: entenderás que es la última vez que nos vemos”, recuerda Zavala. Rivas murió en la pobreza, abandonada y olvidada por peronistas y antiperonistas, tras una vida “triste y dolorosa”, concluyó el autor.