Se hizo pública una carta escrita por el estudiante que lideró el ataque a la iglesia San Ignacio de Loyola. En la carta, que no está firmada, el autor pide disculpas a sus compañeros, aclarando que su intención "no es obtener perdón", a la vez que indica que dejará de "militar" y buscará "la ayuda de un psicólogo".

Según consignó el diario Perfil, esta carta fue leída por una amiga del estudiante en una asamblea del Centro de Estudiantes, y está dirigida a los compañeros de la agrupación "La Revancha". Circulaba en formato digital dentro de un grupo cerrado de la agrupación en Facebook, al que el diario tuvo acceso.

El joven se adjudica la responsabilidad de los destrozos y dice que él fue quien guió a los demás hasta el lugar. Ademas, justifica su mal accionar con argumentos basados en un presunto estado emocional y psicológioco de autoboicot.

El autor sería uno de los 5 estudiantes responsbales del ataque a la iglesia más antigua de Buenos Aires. Los alumnos vandalizaron la iglesia, dejando pintadas anarquistas, e intentaron quemar el altar.

A continuación, los extractos de la carta que publica Perfil:

Soy Orfeo, y según las reglas del juego, no me queda otro camino que descender.

A la comunidad educativa del CNBA (a quien quiera escuchar):

Aclaración, escribo así corte bonito porque mepa que evita dar lugar a confusiones, no porque me crea la Reina Isabel. En primer lugar diré, para no ser tomado por cagón, que si no estoy leyendo esto en persona es no sólo por el pedido expreso de varios compañeros y amigos de no aparecer, sino en verdad por una necesidad propia de darme un tiempo para meditar, encontrarme y seguir camino. En segundo, que no busco con esto excusarme ni quedar bien parado, sino ser fiel a la realidad, dar una explicación a aquellos muchos que la han pedido y dar fuerza para los tantos que aún mantienen la lucha.

Aclararé, entonces, que fui responsable por los actos que tuvieron lugar en la vecina Iglesia, que no me encontraba drogado ni alcoholizado o bajo efecto de sustancia alguna, que sin embargo poco recuerdo de lo sucedido en sí (retengo las imágenes, no los pensamientos que corrieron por mi cabeza), que fui yo quien guió al resto de los pibes que estaban conmigo y que me gustaría, en este sentido, recalcar que nada ha tenido esto que ver con ningún tipo de movida política o acción anti-toma, y me duele de los compañeros que lo piensan (porque realmente creo que lo piensan, me resisto a creer que están sacando rédito de la situación), sabiendo ellos lo mucho que me esforcé por darle sentido y contenido a la toma durante tantos días y noches.

No los culpo, sin embargo, por su reacción inicial, como tampoco culpo a todos aquellos que me denostaron, increparon por internet o putearon. A todos ellos les dirijo mi sincera disculpa, y mi consejo de que tengan cuidado con el odio, que quizás más de uno tiene guardado en su corazón, buscando excusas para sacarlo a pasear como hice yo.

Comento también que no es la primera vez que ocurre una situación como ésta. Tengo una tendencia auto-destructiva, de sabotearme a mí mismo en los momentos en los que vuelo alto. Viene de hace tiempo, y la he puesto en práctica en relaciones con compañeras, con mi familia, con el estudio, y por primera vez ahora con la militancia, de la peor manera. Siempre me ha pasado que no he podido recordar o siquiera entender qué daba vueltas en mi cabeza en el momento, pero nunca llegando a tal extremo, y nunca comprometiendo a mis compañeros y al movimiento, el mismo que durante más de un año y medio me encargué de formar y apoyar, leyendo y releyendo leyes, construyendo un centro de estudiantes, dándole forma a una coordinadora y poniendo el cuerpo días y noches enteras, con o sin toma, para encontrar rumbo.

Todo eso, por la ventana en menos de una hora, a razón de quién sabe qué juego mental y chau. Pero por suerte el autosabotaje me termina afectando de lleno a mí mismo, y el movimiento, mal que mal, ha logrado gambetear la situación, y sigue en pie, con fortaleza, convicción y compañerismo. Un acto estúpido no puede eclipsar tal grandeza. Este es mi único alivio, y si bien sé que el daño es irreparable, me enorgullece ver a los compañeros, que decepcionados y defraudados se han puesto la camiseta y han continuado camino a pesar de todo.

Sé que muchos quieren que me haga cargo públicamente frente a la sociedad toda. A ellos les digo que para cuando esta carta sea leída ya habré hablado con la comunidad de la Iglesia, y que en breve definiré qué posición tomar frente a las autoridades, pero que en última instancia creo que, después de todo, estas decisiones no son mías. Dejo en claro, de todos modos, que de forma alguna dejaré que ningún representante del Centro tenga que pagar por absolutamente nada.

Por último, vuelvo a aclarar que hablo así porque siento que transmito más, disculpen lo pesado, y si bien ya he pedido perdón y lo puedo pedir mil veces más, mi intención sincera no es obtener perdón, porque creo en todo caso primero debo obtener mi propia calma, aunque sí espero tomen como genuino mi arrepentimiento aquellas personas que lejos del odio y el bastardeo sintieron tristeza y dolor, y sin embargo mantuvieron la seriedad y la tranquilidad, no para tirar piedras sino para seguir. A ellos y ellas, mi respeto. Comento al final que si creen que esto es una farsa, queda en ustedes, no busco convencer a nadie y hablo sólo para quien quiera oír.