El miércoles pasado, el ex cardenal Jorge Mario Bergoglio se convirtió en el representante de Dios en la Tierra y encara ahora una misión de dimensiones astronómicas. Sin embargo, Francisco no parece abrumado, sino todo lo contrario. Y hasta tiene tiempo de llamar, él mismo, por teléfono a sus familiares y amigos.

El norte del Papa parece bien claro: seguir siendo el que es, el padre Bergoglio que pasó su vida cerca de la gente, que tiene siempre un lugar en su atareada agenda para hacer esas llamadas, para muchos inesperadas, sorprendentes y hoy casi milagrosas, que dejan a sus interlocutores con la boca abierta.

Una de las primeras llamadas que hizo Bergoglio llegó poco después de que saliera al balcón como papa. Fue una corta comunicación con su hermana, María Elena , en la que ambos lagrimearon. Y a partir de allí, las llamadas se sucedieron.

“Estamos muy emocionados, fue una sorpresa. Mi hermano no lo creía, tenía actividades programadas en Argentina para este momento”, destacó por Radio Continental María Elena Bergoglio.

“Siento que la Iglesia abrió su puertas a todo el mundo”, agregó-

PRIVILEGIO

El viernes pasado, después del discurso que ofreció ante los cardenales en el Vaticano, el ex arzobispo de Buenos Aires levantó el teléfono a las 10 de la noche de Roma para comunicarse con su dentista del otro lado del océano. Éste lo había llamado para felicitarlo por la histórica elección del miércoles.

El odontólogo no estaba y quien tuvo el privilegio de hablar con el nuevo papa fue su secretaria.

"Hablé con el Papa", le contó ella al cura de la parroquia a la que suele concurrir en el barrio de Belgrano. Algo incrédulo, el religioso le respondió: "A mí me ordenó cura, tomé mate y fui a comer a su casa...". "No. Acabo de hablar con el Papa -le respondió ella-. Llamó hoy [por el viernes] al consultorio para agradecer las felicitaciones que el doctor le había mandado a través de su secretaria."

"De locos el papa que tenemos -reflexionó el religioso-, Bergoglio sigue siendo él mismo."

Algunos periodistas cercanos al papa Francisco también recibieron su llamada. Fue el caso de la italiana Stefania Falasca, quien habló con Bergoglio después de la bendición urbe et orbi que dio el miércoles tras su elección, según relató ella misma a la prensa.

El Pontífice también se encargó personalmente de ponerse en contacto telefónico con las oficinas que ocupó en Buenos Aires antes de viajar a Roma.

"¡¿Cómo lo llamo?!", se preocupó la recepcionista de la Arquidiócesis de Buenos Aires cuando atendió el teléfono y descubrió que del otro lado estaba el ahora papa Francisco. "Por favor, llamame padre Bergoglio", respondió con simpleza.

Otro amigo del Papa que, según trascendió, recibió su llamada telefónica fue Luis Liberman, subsecretario de Educación durante el gobierno de Jorge Telerman.

El día que saludó a las multitudes de la Plaza San Pedro por primera vez desde el balcón, Bergoglio se hizo también tiempo para escribirles a mano una carta a los seis nuevos diáconos porteños ordenados el viernes pasado en la parroquia San Benito, en el barrio de Palermo, y los instó a "poner la carne sobre el asador".

En la misa, el obispo que los ordenó, monseñor Joaquín Sucunza, contó que Francisco lo había llamado el jueves por la mañana y le había hecho llegar la carta destinada a los nuevos diáconos porteños. "Que en el servicio les vaya la vida. Pongan la carne al asador", decía la carta, firmada de puño y letra, y escrita con su inconfundible letra chiquita. "¡Con cuánta alegría hubiera estado entre ustedes! Sin embargo, tengan la certeza de que espiritualmente estoy allí", afirmaba en la misiva el papa Francisco.

Además, exhortó a los nuevos diáconos a "estar al servicio de los más pobres y necesitados" y les pidió, tal como hizo frente a los miles de fieles el histórico miércoles por la noche que fue nombrado Papa, que recen por él.

Los gestos de cercanía de Bergoglio no se agotan en llamadas telefónicas o mensajes manuscritos. Entre las decenas de mensajes que van a quedar sin conocerse o en el anonimato, ayer se supo que dispuso enviar de regalo a la Catedral porteña el anillo que lo distinguía como cardenal, cuando dirigía el arzobispado de la ciudad.

"[El Pontífice] hizo enviar hoy [por ayer] un mensaje de texto pidiendo que se bendiga a los fieles en su nombre y dijo que manda de regalo para Buenos Aires el anillo cardenalicio", confirmó Alejandro Russo, rector de la institución