El presidente estadounidense, Barack Obama, no se reunirá con el primer ministro israelí, Benjamin Netanyahu, cuando éste se dirija al Congreso estadounidense en marzo, informó hoy la Casa Blanca.
 
La portavoz estadounidense Bernadette Meehan dijo que la visita se produce demasiado cerca de las elecciones israelíes del 17 de marzo y que es una política de larga data no reunirse con los jefes de Estado cerca de las elecciones "para evitar la impresión de querer influir en una elección democrática en un país extranjero".
 
Netanyahu había aceptado previamente una invitación de los republicanos del Congreso estadounidense para brindar allí un
discurso, pasando por alto a la Casa Blanca. El líder de los republicanos en el Congreso, John Boehner, dijo que la visita se
llevará a cabo el 3 de marzo.
 
En su discurso Netanyahu hablará de la amenaza que representa el programa nuclear israelí y el Islam radical.
 
La Casa Blanca y el secretario de Estado norteamericano, John Kerry, se mostraron visiblemente molestos al conocerse ayer la  
noticia.
 
"Es inusual escuchar de esta invitación por parte de la oficina del portavoz", opinó Kerry. El vocero de la Casa Blanca, Josh
Earnest, fue más drástico: "El protocolo típico sería que el líder de un país informe al líder de otro país cuándo viajará allí", señaló.
Así es como lo haría Obama, aseguró. Todo lo demás es "apartarse del protocolo".
 
"El primer ministro Netanyahu es un gran amigo de nuestro país y esta invitación demuestra nuestro inquebrantable compromiso con la seguridad y el bienestar de su pueblo", observó por su parte Boehner ayer en un comunicado.
 
Esta será la tercera vez que Netanyahu se dirige a ambas cámaras del Congreso estadounidense después de 1996 y 2011.
 
Para algunos analistas, la movida forma parte de una provocación calculada, ya que muchos republicanos, y también Netanyahu, ven con escepticismo las negociaciones entre Washington y Teherán por el programa nuclear iraní.
 
El presidente de Estados Unidos, Barack Obama, advirtió el martes en su discurso ante el Congreso que vetaría cualquier intento de imponer sanciones que dificulten las negociaciones con Teherán por el programa nuclear de Irán, estrategia defendida por los
republicanos.