Los ojos de la joven senegalesa Corka Diop se inundan de lágrimas cada vez que escucha el nombre de su bebé, Fátima, en España rebautizada como Princesa tras llegar al Estrecho de Gibraltar sola, sin sus papás, en un bote de juguete que trasladaba a otros africanos sin papeles. Casi no come ni sale de su casa en la ciudad marroquí de Tánger. La angustia también invade a su esposo, John Mendy, quien, con la mirada fija en el televisor, espera alguna noticia sobre su hija.

"Sólo queremos reunirnos con ella", afirmó en diálogo exclusivo con la agencia Télam el padre de la pequeña de menos de un año, que el pasado martes fue rescatada del bote inflable que intentaba atravesar los 15 kms. de mar que separan Marruecos de España.

John y su esposa llevan días sin saber qué hacer dentro de las cuatro paredes de su humilde refugio en la parte más alta de Tánger, vivienda a la que se accede por una pequeña puerta de madera, y donde quedaron la mayoría de las pertenencias de Fátima, como su mamadera o la mochila con la que acudía cada día a la guardería de Cáritas.

"Nuestra intención era cruzar todos juntos a España, pero las cosas no salieron como esperábamos y nos separaron de Fátima", explicó con un dolor desgarrador este padre gambiano de 36 años. La historia de la pequeña conmovió a la sociedad española y dio la vuelta al mundo, convirtiéndose en un símbolo del drama de los inmigrantes "sin papeles" que arriesgan la vida para cruzar desde el norte de África hacia Europa.

La beba partió desde las costas de Tánger sin sus padres en un bote inflable de juguete del que fue rescatada junto a otras ocho personas -entre ellas dos bebés más y dos mujeres embarazadas- en pleno cruce del Estrecho de Gibraltar.

Cuando los voluntarios de la Cruz Roja la tomaron en brazos al llegar al sureño puerto español de Tarifa, la beba estaba empapada, temblaba de frío y tenía fiebre. No conocían su nombre y la bautizaron como "Princesa". Luego se supo que se llamaba Fátima. Los inmigrantes que la acompañaban explicaron que los padres de la beba no la habían abandonado, sino que no pudieron subir a la embarcación.

"Cuando llegamos a la playa yo cargaba a Fátima y todo el mundo gritaba 'suban, suban'. Entonces mi mujer estaba detrás y yo subí a Fátima al bote y se la di a uno de mis amigos. Volví a ayudar a mi mujer, pero las olas movieron la embarcación hacia dentro del mar", explicó John. "En el momento en que logré alcanzar a mi mujer, el bote estaba ya a unos 50 metros. Pedí que volvieran pero no podían. Estaba confundido, mi mujer gritaba: '¡Donde está mi hija, tráiganme a mi hija!' Pero del lado de la playa estaban los gendarmes marroquíes, y nos lanzaron piedras, me golpearon en el ojo y luego me retuvieron", relató sobre aquellos minutos de desesperación.

Los gendarmes finalmente dejaron ir a los inmigrantes que se quedaron en la playa. Entonces, John se dio cuenta de que su teléfono móvil había caído al agua y se fue de inmediato a comprar otro, preocupado y con la ansiedad de saber si su hija estaba bien. "Seis horas después, un amigo que estaba en el bote con Fátima me llamó y me dijo que ella estaba a salvo, que había llegado bien, y que la Cruz Roja se la había llevado", contó.

Al recordar aquella espera, John se conmueve: "Estábamos muy asustados porque el viaje es peligroso. Temíamos que hubiera muerto".

En medio de la crisis migratoria que revivió España en los pasados días con la llegada de unos 2.000 subsaharianos a sus costas en botes inflables, el caso de Fátima conmovió a la sociedad. A la bebé le sobraron padrinos y las autoridades españolas encontraron rápidamente una familia de acogida para la beba, actualmente en Andalucía.

También dijeron haber localizado en Marruecos a sus padres y que les facilitarían el reencuentro con su hija. Sin embargo, Corka, de 33 años, y John aseguran que sólo tienen información por los periodistasque se acercaron a ellos.

"Sabemos que hay una familia que está cuidando a Fátima en España, pero no estamos en contacto con ello. Todos nos dicen que ella está bien pero queremos hablar directamente con ellos para estar más tranquilos", insistió John, mientras se muestra agradecido con la familia que la está cuidando. La madre no puede hablar porque se ponea llorar. "Extraña mucho a Fátima, una beba de once meses es muy pequeña para estar sin su madre", apuntó el marido, al referirse al dolor que siente Corka. "No sabemos cuándo volveremos a verla", subrayó. "Si tuviera la chance de ir a Europa sería lo mejor, porque quiero un futuro mejor para ella. Pero eso es algo que está en manos de las autoridades españolas y de Dios. Lo que decidan lo aceptaré", dijo.

"Si ella se queda allí y no tengo la oportunidad de ir, haré lo posible por volver a verla algún día", añadió John, quien lleva tres años en Tánger y decidió cruzar el Estrecho de Gibraltar porque aquí "no hay trabajo". John sostiene que él "no puede imponer ninguna ley ni obligar a nadie a que lo lleve a España" porque su hija está allí, pero espera que las autoridades hagan todo lo posible para ayudarlos a reencontrarse con ella.

"Estábamos muy felices, antes de dejar Tánger, Fátima había comenzado a caminar, y nunca pensamos que iba a desaparecer así de nuestras vidas", se lamenta.



Fuente: Télam