El gobierno turco definió al grupo islamista Estado Islámico (EI) como el principal sospechoso del atentado que el sábado mató a casi un centenar de personas en Ankara y rechazó tener la culpa, luego de que decenas de miles de personas tomaran otras vez las calles para condenar el ataque y protestar contra las autoridades. "El Estado debe hacerse responsable", coreaban algunos de los manifestantes, mientras que varios sindicatos iniciaron una huelga de 48 horas para denunciar el atentado y familiares de algunas de las víctimas comenzaron a enterrar a sus seres queridos en distintas partes del país, consignó por Continental Ariel Gonzalez Levaggi, investigador argentina que trabaja en la Universidad de Koch, en Turquía.

El primer ministro, Ahmet Davutoglu, rechazó las acusaciones calificándolas de "peligrosas" y "ruines", al punto que negó que los dos atentados simultáneos hayan obedecido al rol de Turquía en la guerra en Siria y que el gobierno esté arrastrando al país musulmán al pantano de violencia de Medio Oriente. Funcionarios turcos habían dicho ayer que el gobierno creía que dos atacantes suicidas habían sido los autores de los ataques, que dejaron 97 muertos y cientos de heridos y tuvieron como blanco una marcha pacifista en Ankara organizada por opositores al gobierno, especialmente de la minoría kurda.

"Estos ataques no convertirán a Turquía en Siria", dijo Davutoglu en una entrevista con el canal turco NTV, en sus primeras declaraciones públicas sobre los atentados en la capital del país. "Investigamos al Estado Islámico de forma prioritaria. Nos hemos acercado mucho a un nombre. Este nombre indica una organización", dijo Davutoglu sin aclarar más detalles, argumentando el peligro de alertar a posibles "células durmientes. Estas células durmientes podrían esconderse, podrían afeitarse la barba y cambiar de modo de vida", afirmó.

La oposición ha acusado al presidente de fomentar la violencia y las divisiones étnicas para ganar votos para su partido en las elecciones legislativas del 1 de noviembre. En las últimas elecciones de junio, un partido kurdo tuvo un desempeño tan bueno que privó al AKP de la mayoría absoluta que buscaba Erdogan para impulsar una reforma constitucional que recuerce los poderes presidenciales en Turquía.