Por Martín Leopoldo Díaz



Un teatro colmado recibió al tenor José Cura, quien esta vez cumplió el rol de cantante, escenógrafo, director de escena e iluminador. En la puesta marcó su sello, transmitiendo pasión y energía. Cura ubica las acciones con tres escenas montadas en un escenario giratorio -playa, sala y dormitorio-, ideal para el Colón, con toques y personajes verosímiles. Sin obertura y con libreto de Arrigo Boito, basada en la célebre tragedia homónima de William Shakespeare, esta ópera de Giuseppe Verdi tuvo un largo período de gestación y fue un éxito rotundo desde su estreno en 1887.

Massimo Zanetti fue un correcto director, aun con algunos tempos acelerados y -sobre todo en el comienzo- partes dudosas en la concertación, detalles que seguramente mejorarán en las siguientes funciones. José Cura compuso un Otello pasional y vehemente, particularmente a partir del tercer acto, con gran caudal sonoro y notable presencia escénica. Asimismo, supo transmitir su energía vital a todos los cuerpos estables y obtuvo una merecida devolución. En algunos momentos fue incierta su afinación, pero todo pasó a un segundo plano, dada su capacidad de transmitir que disipa dudas y falencias.

Carlos Álvarez compuso un atractivo Yago, con buena presencia escénica y gran ductilidad, aunque extrañamos un poco de caudal sonoro. Sin duda alguna, la revelación de la noche fue la excelente soprano Carmen Giannattasio en el rol de Desdémona, con una voz poderosa que corrió por toda la sala. Trabajó su personaje con fino lirismo y sus sonidos pianos fueron de particular belleza. Segura y musical, se ganó el aplauso más intenso de la noche.

Fue también excelente el desempeño de Guadalupe Barrientos en el rol de Emilia, al igual que Enrique Folger como Cassio. En tanto, Carlos Esquivel, Fernando Chalabe, Mario de Salvo y Fernando Grassi compusieron muy bien y parejamente sus roles. Otro gran atractivo fue el magnífico desempeño del Coro de Niños en escena, junto al Coro Estable, dirigidos por César Bustamante y Miguel Martínez respectivamente, así como la Orquesta Estable del Teatro Colón, que nuevamente dio pruebas fehacientes de su potencial.