Por Martín Leopoldo Díaz




El Ballet Estable del Teatro Colón, dirigido por Lidia Segni, cerró su temporada 2012 con Onieguin, uno de los más bellos y poéticos ballets clásicos, basado en un poema de Alexander Pushkin, con música de Piotr Ilich Tchaikovski -arreglada y orquestada por Kurt Heinz Stolze- y coreografía de John Cranko. Fue estrenado en Stuttgart en 1965 con Marcia Haydée -musa de Cranko- y Ray Barra en los roles principales. La versión ofrecida es la que se hizo dos años después, con algunos cambios, a cargo del el Ballet de Stuttgart.

En este caso, el papel central fue asumido por el extraordinario bailarín Alejandro Parente, quien encarnó un Onieguin profundo y convincente. En tanto, Maricel De Mitri interpretó excelentemente a Tatiana, transmitiendo la ingenuidad de la joven enamorada hasta el sufrimiento, causante del desprendimiento de un amor imposible. Fue de sublime belleza el desempeño de los intérpretes en la escena del dormitorio de Tatiana, en perfecta conjunción musical y plástica, apoyada por el refinado vestuario. Si bien la escenografía estuvo acorde en los interiores, salvando la mayestática estatua del último acto, dejó bastante que desear en el logro de exteriores, con un resultado demasiado infantil.

Mención aparte merecen Natalia Pelayo y Dalmiro Astesiano. Ella descolló en el papel de Olga, con notable histrionismo, demostrando superación en cada trabajo, donde añade magia y carisma. Astesiano asumió con maestría técnica y excelente seguridad su rol de Lenski, demostrando aun mayores posibilidades futuras. También fue muy bueno el desempeño de Vagram Ambartsoumian como el Príncie Gremin, con gran presencia y seguridad escénica, basada en una muy buena técnica. El notable trabajo de la Orquesta Estable del Teatro Colón, dirigida por el Maestro Javier Logoia Orbe, fue asimismo un notable aporte para que la reposición de este ballet sea uno de los aciertos de la temporada y excelente broche de oro.