El jueves 25 de octubre a las 20:30 horas, la Orquesta Filarmónica de Buenos Aires ofrecerá el penúltimo concierto de su ciclo de abono, bajo la dirección del maestro chino Tao Fan y con la actuación de la violonchelista inglesa Natalie Clein.

El programa estará integrado por la Sinfonía para violonchelo y orquesta, Op. 68 de Benjamin Britten (1913-1976) y la Sinfonía Nº 1 en La bemol mayor, Op. 55 de Edward Elgar (1857-1934).

La Orquesta Filarmónica de Buenos Aires ha sido distinguida con el Premio a la Mejor orquesta sinfónica local de 2008, otorgado por la Asociación de Críticos Musicales de la Argentina, y obtuvo dos Premios Konex de Platino como la mejor orquesta argentina de las últimas dos décadas, en 1999 y en 2009.

Tao Fan estudió dirección y composición en el Conservatorio de Shanghai. Tras graduarse en 1995 con las más altas calificaciones de su promoción, fue nombrado director residente de la Filarmónica Nacional de Cine y Radio de Pekín. Desde entonces ha conducido orquestas como la Filarmónica de Helsinki, Nacional Finlandesa de Radiodifusión, Sinfónica de la Academia Sibelius, Filarmónica de Bogotá, Sinfónica del Sur de Arizona, Sinfónica de Oberlin (Ohio) y las principales de su patria: China. En 2007, por sus numerosas grabaciones el gobierno chino lo eligió “Director de orquesta destacado del año”.

Natalie Clein fue nominada a los 16 años por la BBC como “Joven músico del año” y ganó el Concurso Eurovisión para Jóvenes Músicos. Actuó con prestigiosas orquestas y junto a directores como Charles Mackerras, Mark Elder, Ilan Volkov, Gennady Rozhdestvensky, Heinrich Schiff, Neville Marriner, Mark Wigglesworth y Paul Daniel. Ofreció recitales en las principales salas del Reino Unido y en Salzburgo, Viena, Tokio, Sydney y Seúl. Ha encargado y estrenado obras de Larcher, Davies, Tavener, Tabakova y Dangerfield.

En 1963 Benjamin Britten compuso la Sinfonía para violonchelo y orquesta para el extraordinario Mstislav Rostropovich, a quien dedicó también una sonata y tres suites para violonchelo solo. La obra es tan exigente como cualquier concierto, pero la elección de Britten de llamarla sinfonía tiene su explicación en que las partes solista y orquestal están entretejidas e intercambian motivos melódicos y roles. Además, consta de cuatro movimientos, más característico del género sinfónico que de un concierto.

Edward Elgar anhelaba componer una sinfonía digna de la gran tradición de los siglos XVIII y XIX. Luego de abandonar un proyecto de una sinfonía programática sobre la vida del héroe militar inglés Charles G. Gordon, se abocó entre 1907 y 1908 a componer su Sinfonía Nº 1, que estaría libre de conexiones extra musicales, sería música “pura”. Se la dedicó al director Hans Richter, quien realizó el estreno con la Orquesta Hallé. Tuvo un éxito inmediato: al cabo de un año se había interpretado un centenar de veces en el mundo.

Para mayor información se puede ingresar a www.teatrocolon.org.ar


Fuente: Mrtín Leopoldo Díaz