El presidente chino, Xi Jinping, quiere que el Partido Comunista sea más tolerante con las religiones, con la esperanza de que esto pueda ayudar a recuperar la moral en un país que en los últimos años se muestra obsesionado con el dinero y sufre una fuerte corrupción. Xi cree que los valores de las tres religiones tradicionales -el confucianismo, el budismo y el taoísmo- podrían llenar el vacío que permitió el florecimiento de la corrupción.

Entre 2008 y 2012, según diversas estimaciones, en China más de 140.000 funcionarios gubernamentales fueron arrestados por corrupción o abuso de poder, un promedio de 78 por día. También los crímenes comunes y agresiones sufrieron un brusco aumento en los últimos años.

Sin embargo, para los escépticos la apertura hacia las religiones sólo es parte de una estudiada estrategia política para alejar las culpas de los males de China del Partido.

Al menos oficialmente, la libertad de religión figura en la Constitución china, pero de hecho el Partido normalmente no duda en aplastar a quien se opone o desafía sus reglas.