Por Laura Caragliano



¿Alguna vez sintieron la necesidad o las ganas de tener cara a cara a Dios?
¿Quienes no creen en un Dios en qué creen?
¿Con quié hablan cuando están en soledad? ¿A quien maldicen cuando algo no sale como lo planeado?
¿Y si hay un Dios? ¿Y si dios existe? ¿Y si le pudiéramos decir , pedir o reprochar algo?

Esta es la invitación que hace la obra magistral que propone Jorge Schussheim y lleva por nombre “Dios mío”.
Como toda ficción nos propone una fantasía. Y a veces, esa fantasía no tiene límites. Y cuando la vemos ahí, a unos metros, de tan ridícula parece real, y ahí, es cuando me animo a decir que el trabajo está logrado.

¿Quién puede saber si existe un Dios?¿Quién puede saber qué cara tiene Dios?
¿Que les parece si por dos horas jugamos a creer que sí existe y le vemos la cara? ¿Cómo se viste? ¿qué voz tiene? Y la directora teatral, Lía Jelín se jugó y eligió la percha. Es Juan Leyrado y no se equivocó. El actor se pone en la piel de uno de los personajes más cuestionados de la historia de la humanidad. Y no le queda grande. La gente ríe a carcajadas cuando escucha la palabra de Dios. Y no estoy refiriéndome a ningún libro sagrado. Sino a un Dios humanizado, que tiene dudas, miedo, bronca, y hasta llora a metros nuestro.

Thelma Biral no se queda atrás. Es la voz de toda una sociedad descreída, atea por convicción y por disconformidad en el mundo que vivimos. Interpreta a Ana, una psicóloga que cumple el sueño del pibe, criticar a Dios en un mano a mano y cuestionarlo sobre el por qué de tantas cosas. Pero además de ser una gran profesional es madre y tiene un hijo autista que Esteban Masturini personifica a la perfección.

El tiempo vuela en ese ratito que estamos sentados en la butaca viendo el diálogo más desopilante que jamás hayamos imaginado, pero la obra recién empieza cuando se apagan las luces y nos tenemos que ir a casa. Porque las preguntas y las respuestas que esta puesta de escena nos deja como disparador tenemos que ir a buscarlas afuera del Multiteatro.