Rodada a lo largo de 2010, con extrema sensibilidad, permanentes toques de humor y sin rehuir a ninguno de los conflictos que se presentan, la película sigue la experiencia del proyecto Argentina Canta por la Paz, que involucró a 50 escuelas y 1800 chicos que ensayan a lo largo de todo un año una cantata para ser presentada con un orquesta en el cierre de los festejos por el Bicentenario.

"En la construcción del guión, que iba escribiendo al mismo tiempo que iba filmando la película, descubrí rápidamente que la manera como se presentaban los conflictos al grupo organizador del proyecto y el modo como esos conflictos se iban resolviendo hablaba de algo muy propio, muy de Argentina, y la decisión fue entonces mostrar ese conflicto", cuenta Rotiman.

Sentado en una terraza de la Grande Plage frente al mar en Biarritz, luego de una primera función que tuvo una recepción excelente y se prolongó en un interminable debate con el público, Roitman señala que "el conflicto te permite ver también los obstáculos y dificultades que se atraviesan en un país latinoamericano y la manera en que se enfrentan y cómo se los resuelve".

Por otra parte, y realizando una visión abarcadora de la película, remarca que "no alcanzaba solo con la parte organizativa sino que la otra pata de la experiencia eran los chicos, las escuelas y jugar con estos dos planos: por un lado el grupo organizativo que lleva adelante el proyecto, pero por el otro cómo esto se manifiesta materialmente en las aulas, en los chicos, los maestros, qué dimensión va tomando esto para ellos".

Filmada a lo largo de 2010, la ópera prima de Roitman toma como referencia el filme francés "Ser y tener", sobre escuelas rurales y como su realizador, Nicolas Philibert, decide poner la cámara a la altura de los chicos en todas las escenas en las que ellos participan, de modo que, dice, "me la pasé un año arrodillado".

"En el proyecto -puntualiza- hubo escuelas turcas, armenias, judías, privadas, públicas, ya desde el principio estaba claro que eso daba para el retrato de un país pero lo que varió a medida que empecé a filmar y confrontar con eso fue el modo en que se construye el retrato".

"La primera decisión fuerte fue tomar al coro como el gran protagonista de la película y hacer un documental que deje de lado los seguimientos y los personajes individuales en favor de un gran personaje que es el coro, entonces se va construyendo una historia coral con una metáfora mucho más sutil y menos explicativa sobre lo que es una nación", asegura Roitman.

"¿Es buena la nación, es mala? -se pregunta Roitman y contesta-; a mí no me importa sino que somos eso que se ve, la película intenta reflejar lo que somos de la forma más transparente posible y con decisiones sobre esas contradicciones y los conflictos que expresan, porque también en el conflicto se construye".

En ese sentido aclara que, rápidamente, descubrió que la apuesta era a pasar largas horas en las aulas, que las entrevistas (aunque grabó 300 con los chicos "algunas con respuestas increíbles") tenían que ser descartadas y que "ir construyendo desde la cámara, de un modo más sutil y más abierto era mucho más interesante".

"Hay mucha riqueza en este paralelismo entre la organización y las escuelas porque desde lo que pasa en los colegios ves también hasta dónde puede llegar una idea y cómo se va materializando en la realidad", contesta. "Están los problemas burocráticos y la ingenuidad de los chicos, ves las peleas internas y el llanto y ves que los chicos no se enteran y que después son felices cuando cantan, no era necesario volcarse solo en la escuela ni solo en la organizacion sino que se podía hacerlos jugar de modo conjunto", concluyó Roitman.

El filme, que tuvo su primer pase hoy y ofrecerá una nueva función mañana, se instaló entre los más comentados del certamen y cuenta con posibilidades tanto dentro del premio al Mejor Documental que entrega el jurado oficial como en el Premio del Público, que vota la audiencia luego de cada una de las proyecciones.(