El tiempo y las fechas pasan y la violencia en el fútbol argentino sigue más latente que nunca. Las medidas de seguridad escasean, los incidentes en las canchas se acumulan y los verdaderos hinchas continúan como rehenes de una situación que, por lo visto, difícilmente se modifique.

Los problemas empezaron el sábado y se expandieron por todo el fin de semana. La primera situación conflictiva tuvo como escenario la cancha de Colón de Santa Fe, conocida como el “Cementerio de los Elefantes”, donde se enfrentaron el local y Belgrano de Córdoba. Era un choque con historia de enfrentamientos entre ambas parcialidades, algo que es históricamente conocido por la “pelea” de provincias, pero a pesar de estos datos previos el encuentro no terminó de la mejor manera.

El “Pirata” ganaba 2-0 y en el segundo tiempo el “Sabalero” se hizo fuerte y logró el empate. Con la igualdad empezaron los problemas, ya que a cinco minutos del final la policía se enfrentó con los simpatizantes del conjunto cordobés, quienes intentaron ingresar a la cancha y rompieron varios alambrados. Ante este contexto, no fueron pocos los jugadores de Belgrano que se vieron preocupados por lo que sucedía en las tribunas, ya que tenían familiares en ese lugar.

Dentro del campo de juego, las discusiones siguieron entre los futbolistas de cada equipo, aunque la situación no pasó a mayores y, después de que los uniformados desalojaron las gradas, el choque terminó tras varios minutos de interrupción. Tras el pitazo final, Juan Carlos Olave, arquero de la entidad de Córdoba, fue demorado por una supuesta agresión a dos policías santafesinos. El portero tuvo que declarar y luego partió junto al plantel profesional.