Está claro que Cristina conduce con mano de hierro. Pero hay un misterio que me resulta indescifrable. Ayer me lo pregunté en el diario Perfil y hoy quiero ponerlo sobre la mesa en este programa.

Se lo digo con toda crudeza: ¿Cómo hace la presidenta para que Estela Carlotto, León Gieco, Martín Sabbatella y el rabino Daniel Goldman actúen en contra de su propia naturaleza y trayectoria? ¿Es una virtud de estadista o una miseria inmoral? Lo cierto es que ninguno de ellos estuvo el viernes en Plaza de Mayo pidiendo memoria, verdad, justicia y condena para la matriz corrupta que asesinó a 52 personas aquí cerca, en la estación Once.

Lo digo con dolor porque no creo que ninguno de los que nombré sea un corrupto, todo lo contrario. Son personas que, cada una en su ámbito, siempre estuvieron ligados a la lucha contra todo tipo de autoritarismo, impunidad o corrupción de estado. Por eso me llama la atención. Los ministros, no dicen una palabra y los motivos están claros: durarían dos minutos en su cargo y Cristina les daría una patada en donde ya saben. El más comprometido es Julio de Vido, el responsable máximo del desastre del transporte en la Argentina. Una madre, atravesada por el dolor, llegó a decir, entre llantos, que le sacaría los ojos al ministro. Es que no solamente murieron sus familiares. No solamente intentaron encubrir el triángulo criminal de funcionarios, empresarios y sindicalistas mafiosos. No solamente Nilda Garré responsabilizó a las víctimas.

No solamente Juan Pablo Schiavi fue despedido del poder por sus compañeros con una ovación como si fuera un campeón. No solamente la presidenta no dijo una palabra durante un año. También fue muy hiriente la noche anterior cuando comparó la muerte por enfermedad de su esposo con la masacre de los pasajeros en el tren de la muerte anunciada. Es demasiado lo que pasó. Por eso me provoca inquietud que es lo que piensan Carlotto, Gieco, Goldman y Sabbatella. Porque muchos empresarios se cosen la boca porque tienen miedo a la AFIP, a los carpetazos de las SIDE y a los inspectores. Si temen es porque ocultan algo malo. La persona que está limpia en sus legajos y en su conciencia no debe sentir ningún temor a expresar su opinión en libertad. Los gobernadores temen que desestabilicen sus administraciones con el cierre del grifo de los fondos y los asfixien con conflictos sociales. ¿Pero que temen esas cuatro figuras públicas que siempre respeté? Todos denunciaron las atrocidades de la dictadura y los negocios sucios de Carlos Menem. Todos fueron creciendo en la escalera de los derechos humanos.

Y ya se sabe que los derechos humanos son universales. No son de derecha ni de izquierda. Hay que defender la vida y la justicia sin preocuparse por quien resulta perjudicado. No se puede tener camiseta partidaria a la hora de combatir la impunidad. La impunidad es una tragedia que vuelve. No importa si el perjudicado es Cristina, Macri o Binner. El reclamo de libertad debe ser ecuménico. El que defiende solo un tipo de derechos humanos y un solo tipo de víctimas es un militante partidario que acepta la obediencia debida. Es otra cosa. La lucha contra la corrupción de estado, contra la impunidad y la complicidad debe ser siempre y en cualquier gobierno. No importa si la violación la comete Estados Unidos o Irán.

Cristina o Menem. Hay que condenarla. No importa si Cristina nombró a Jaime o Macri al Fino Palacios. Hay que condenarlos. Eso es lo que hacen Adolfo Perez Esquivel o Nora Cortiñas, o Manuel Callau, Luis Brandoni o Juan José Campanella. Señalo estos ejemplos para demostrar que se puede. Repito, no es mi intención ensañarme con nadie. Pero es muy curioso que quienes siempre estan o siempre estuvieron, esta vez no hayan estado. Creo en las palabras que inmortalizó el propio León: “Solo le pido a Dios que el dolor no me sea indiferente”. ¿Qué piensan? ¿Qué la tragedia del Once o el atentado a la AMIA son utilizados por la oposición para criticar a Cristina? Yo no lo creo. Pero supongamos que sea así. Imaginemos por un minuto que tiene razón.
 
Que son dos temas en los que los críticos del gobierno nacional aprovechan para castigar. Nada ni nadie le puede impedir a Carlotto, Gieco, Goldman o Sabbatella que digan que creen que Cristina es la mejor presidenta de toda la historia pero que, además, pelean para que haya justicia en el siniestro ferroviario y en el más grave ataque del terrorismo en la Argentina.

Nadie les impide seguir hablando bien de Cristina. Pero parece que alguien o algo, les impide hacer lo que hicieron siempre. Estar al lado de las víctimas y repudiar a los victimarios. ¿Es posible ser cristinista sin elogiar todo y sin criticar nada? ¿La rebeldía está prohibida? ¿La disidencia, aunque sea mínima, es castigada? Sería muy triste. Sería confirmar que con 30 años de democracia, el miedo todavía sigue engendrando silencio. Y el silencio es la peor opinión.