RIAD, Arabia Saudita.– En marzo, el secretario general de la Liga Árabe, Nabil el-Araby, daba por cerrado un acuerdo para crear una fuerza militar unificada que luchara contra el Estado Islámico (EI). Ocho meses después, más allá de las atrocidades cometidas por el grupo sunita en Siria, Irak y Libia y sus consecuencias, sobre todo la legión de refugiados que intenta arribar cada día a Europa, aquella iniciativa quedó en agua de borrajas, excepto los combates de Arabia Saudita y una decena países contra los rebeldes huthi, emparentados con Irán, en Yemen. En Siria, finalmente, han intervenido Rusia, los Estados Unidos y algunos países europeos, aunque estén enfrentados entre sí sobre el destino de Bahar al Assad.
Los brutales atentados en París, con un saldo pavoroso de muertos, dejaron al descubierto la participación de Francia en los bombardeos contra el EI en Siria, rotulados con el nombre de Operación Chammal. Frente a las eventuales represalias, el plan de la Liga Árabe consistía en desplegar al mayor de sus ejércitos, el egipcio, con la financiación de las petromonarquías del Golfo, pero una de ellas, Qatar, rica en gas, no comulga con el presidente egipcio, Abdel Fatah al-Sisi, por su responsabilidad en el derrocamiento de Mohamed Morsi, apoyado por el emirato. En eso quedó todo. En nada. O en casi nada.
Entre los árabes, según me comentaron en la cumbre con los países sudamericanos que se realizó en Riad, Qatar y Argelia patearon el tablero por sus diferencias sobre el proceder de la eventual fuerza militar unificada en Siria, en guerra interna desde 2011, y en Libia, con dos gobiernos que rigen sus destinos en forma simultánea rumbo a la incertidumbre.
En la otra trinchera, el jefe de Al-Qaeda, Ayman al Zawahiri, convocó a “los hermanos mujaidines” (combatientes sunitas de todo el mundo, incluidos los del EI) a unirse contra la “agresión norteamericana, rusa, iraní y europea” en Irak y en Siria. El sucesor de Osama bin Laden instó de ese modo al frente del Sham (el Levante mediterráneo) a no matarse entre sí, como ocurre en Siria entre el EI y el Frente Al Nusra, afiliado a Al-Qaeda. Propuso una reconciliación tras el divorcio entre ambos bandos a pesar de su pésima relación con el califa Ibrahim (Abu Bakr al Bagdadi), líder del EI, “de Marruecos al Cáucaso y Somalia, para frenar a los sistemas apóstatas y la alianza de los cruzados y los chiitas (mayoría en Irán e Irak)”. Francia, con el precedente de la matanza en la redacción del semanario Charlie Hebdo, pudo ser uno de esos objetivos.
¿Están más cerca de una alianza Al-Qaeda y el EI que la Liga Árabe? Un diplomático saudita me dijo que sí, porque la región está pagando con creces la segunda guerra contra Irak, así como la ausencia estatal en algunos países y la fragmentación territorial. El EI, agregó, necesita un territorio para existir, razón por la cual domina parte de Irak y Siria, mientras que Al-Qaeda es una suerte de hidra a la cual “le cortas un brazo y te aparecen siete o más en cualquier lugar”. El EI, a su vez, ha impuesto un orden basado en el terror en el cual, a diferencia de varios gobiernos, no existen la corrupción ni la inseguridad, “salvo que te consideren su enemigo por ser cristiano, chiita u occidental”.
 ¿Qué papel juegan los Estados Unidos? En Yemen respalda a la coalición contra los huthi, codo a codo con Arabia Saudita. En Irak y en Siria bombardea al EI, codo a codo con Irán y Rusia. Por eso, Arabia Saudita e Israel están que trinan. Y por eso, también, las desinteligencias frustran los virtuales acuerdos mientras, en la otra trinchera, el califato del EI llama a los extranjeros a una suerte de paraíso terrenal: “Este es vuestro Estado, venid a construirlo y, si no, haced todo lo que podáis, estéis donde estéis, para apoyarlo”. Al-Qaeda, de aparente capa caída, llama ahora a su puerta, quizá porque, como me dijo en confianza el diplomático saudita, “nadie mejor que Alá maquina los complots”.
 
Publicado originalmente en Infobae, Buenos Aires El Estado Islámico y Al Qaeda, cada vez más cerca de una alianza
 
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