Francisco comenzó su alocución lamentando que a pesar de que el hambre sea un gran problema en este tiempo de crisis, "vemos crecer por doquier el número de personas con dificultades para acceder a comidas regulares y saludables, pero, en vez de actuar, preferimos delegar, a todos los niveles".

"Pensamos que alguien habrá que se ocupe, tal vez otro país, o aquel gobierno, aquella organización internacional", agregó, aunque después, no se falte "a una reunión, a una conferencia, a la redacción de un documento" afirmó, según reproduce la agencia EFE.

Francisco hizo notar como "a veces se tiene la sensación de que el hambre es un tema impopular, un problema insoluble, que no encuentra soluciones dentro de un mandato legislativo o presidencial y, por tanto, no garantiza consensos".

Y cómo algunos países se escudan "tras la cuestión de la crisis económica mundial y la idea de que en todos los países hay hambre" para no destinar fondos para la cooperación internacional.

Ante esta "actitud", Francisco aconsejó poner "en el corazón de las relaciones internacionales la solidaridad, transponiéndola del vocabulario a las opciones de la política".

Aunque el pontífice explicó que "puede consolar que la cifra de mil doscientos millones de hambrientos en 1992 se ha reducido, aun cuando crece la población mundial, de poco sirve si descuidamos la obligación de erradicar el hambre y prevenir todas las formas de malnutrición en todo el mundo".

De nuevo, Francisco mostró su preocupación por la cantidad de residuos que se producen y pidió reflexionar sobre el uso no alimentario de los productos agrícolas, que se utilizan en grandes cantidades para la alimentación animal o para producir biocombustibles.