Todavía no sabemos como va a terminar esta película de suspenso rumbo al 2015. Pero la foto de hoy dice que Hugo Moyano es el jefe de la oposición a Cristina Fernández.

Se trata de una ecuación inédita desde le recuperación democrática. Una presidenta peronista que será enfrentada por una CGT con un líder también peronista que además, como ya lo demostró, está dispuesto a profundizar sus medidas de lucha.

Esto también ocurre porque en política siempre se llenan los espacios vacíos. Y hasta ahora estaba vacante el lugar de primer opositor. Ni Macri, ni Binner se han puesto a la cabeza de las demandas sociales con la fuerza y la capacidad de daño y movilización que tiene Hugo Moyano.

El otro candidato a caminar por la vereda de enfrente a Cristina era Daniel Scioli pero, en los últimos días, demostró que por ahora no está dispuesto a romper lanzas. El nuevo mapa que dibujó la presidenta convirtió a Moyano y Scioli en enemigos pese a que ellos fueron dos pilares del modelo kirchnerista. Moyano fue muy duro.

En la cancha de Ferro defendió a Daniel Scioli y acusó a Cristina de extorsionar a los sindicalistas con los planes del Repro, de despreciar a los trabajadores, de ser responsable de una inflación malversada que no se aguanta y de niveles de inseguridad que golpean a los trabajadores, sobre todo los que desarrollan su actividad en la calle.

Puso los ejemplos de los robos que sufren los camioneros o de las agresiones que han padecido los colectiveros. Pero Moyano fue mas allá de ese diagnóstico que probablemente compartan una importante porción de los argentinos que no votaron a Cristina y una franja de los que si la votaron. Amenazó con votar o llamar a votar a otro candidato que no sea la presidenta si es que ella logra reformar la Constitución y presentarse a un nuevo período.

Lo dijo sin eufemismo, en ese lenguaje rústico que entienden todos los trabajadores. Y se animó a plantearlo delante de una concentración masiva de trabajadores que seguramente en un 90% votaron a Cristina hace muy poco tiempo. Tal vez en el escenario o en las tribunas, muchos no estuvieron de acuerdo. Pero nadie lo silbó ni lo expresó a viva voz. Muchos de esos manifestantes van a repensar el voto, pero hoy no encuentran demasiadas alternativas.

Pero falta más de un año para las elecciones de medio tiempo. Es cierto que Hugo Moyano denunció aprietes que siempre existieron y el prefirió silenciar o directamente ejecutar con bloqueos. Es verdad que su imagen negativa es muy alta, sobre todo por sus formas prepotentes para la acción directa. Nadie duda que hasta hace muy poco hacía actos llamando a votar a Cristina y que fue un socio privilegiado en los negocios y en la política de Néstor Kirchner.

Pero algo nuevo está ocurriendo. Cualquier analista hubiese sido acusado de estar loco si hace un año hubiese escrito que Moyano iba a reclamar desde un acto de la CGT por la inflación, la inseguridad, por las apretadas extorsivas de Cristina. ¿Quién se hubiera imaginado que el jefe de la CGT iba a llamar a repensar el voto y a reclamar que una parte de ese 54% que sacó Cristina pertenece a los trabajadores? Están cambiando muchas cosas en la Argentina.

Y están cambiando a una velocidad impresionante. Con la fractura de la CGT, Moyano quedó más aislado y perdió parte de su poder. Pero si la situación económica sigue rumbo a la recesión como parece y aumentan las suspensiones y despidos, también crecerá la figura de Moyano. Ya se lo dije una y otra vez. Moyano se hizo en la calle.

Arriba del camión como trabajador. Y combatiendo el neoliberalismo en las movilizaciones. Lo amenazan con varios casos de corrupción en Tribunales que penden sobre su cabeza. Expulsaron a toda su gente de los puestos del gobierno. Cristina le mojó la oreja y eso fue como tirarle la cola a un león.

Tal vez por esa humillación a la que fue sometido es que se puso otra camiseta. Sigue siendo peronista y trabajador. Pero ahora es el jefe de la oposición.