Canelo era el perro de un hombre que vivía en Cádiz –España– a finales de los años 80. Este hombre vivía solo, por lo que su buen perro era su más leal amigo y único compañero. Cada mañana se los podía ver caminando juntos por las calles de la ciudad. Una vez por semana uno de esos paseos era hacia el Hospital Puerta del Mar, donde el hombre recibía tratamiento médico de diálisis. Obviamente en un hospital no pueden entrar los animales, así que Canelo lo esperaba en la puerta del mismo. El hombre salía de su diálisis y los dos se dirigían de vuelta a casa. Y así una vez por semana, durante años.

Un día el hombre sufrió una complicación en medio de su tratamiento y falleció en el hospital. Mientras tanto, Canelo seguía esperando la salida de su dueño tumbado a la puerta del hospital. Pero su dueño nunca salió. Canelo permaneció allí sentado, esperando durante 12 años. Ni el hambre ni la sed lo apartaron de la puerta. Día tras día, con frío, lluvia, viento o calor, seguía acostado en la puerta del hospital esperando a su amigo para ir a casa. Hasta que un día fue atropellado en un paso cebra enfrente del hospital, por donde había pasado miles de veces.

Al parecer los perros no entrarán al reino de los cielos pues no tienen alma. De hecho la Biblia está llena de referencias negativas hacia los perros. El Apocalipsis hace referencia a ellos: “Mas los perros estarán fuera, y los hechiceros, los fornicarios, los homicidas, los idólatras y todo aquel que ama y hace mentira”. Parece que los perros compartirán un lugar caliente en el infierno con el resto de pecadores. Si ese es el caso, como dijo un día Will Rogers: “Si los perros no van al cielo, cuando muera quiero ir a donde ellos van”.

Este pensamiento de que los animales no tiene alma es, para empezar, una incongruencia lingüística, ya que animal quiere decir precisamente que tiene alma, anima en latín. Algunos dicen que tienen almas grupales. O sea, todos los animales están conectados con los otros miembros de su grupo a través de un hilo en el plano astral. Parecería que esto nos diferencia de ellos ya que nosotros tenemos almas individuales. Nos consideramos seres que hemos sufrido más escisiones y evoluciones, y con ello hemos alcanzado almas individuales que consideramos más desarrolladas. Pero, ¿es realmente así? ¿Acaso el alma grupal no está dando a los animales ese espíritu UBUNTU que nos a nosotros nos cuesta tanto aprender?

¿Por qué los elefantes entierran a sus muertos? ¿Por qué cantan los pájaros o bailan las grullas? Fijémonos en las hormigas, en cada montón de ellas podemos ver un estado ordenado y sabio propio de seres humanos. Las hormigas se dividen en tres grupos: trabajadoras, machos y hembras. Todo en su estructura está perfectamente organizado, la forma en la que obtienen todo lo necesario para la construcción, el cuidado de las crías, la manera como conducen sus expediciones recolectoras, etc. Si todo esto en el estado humano necesita un alma, entonces ¿cómo podemos decir que ellos no tienen? Hablamos del “instinto” animal, pero no miramos qué hay detrás de ese instinto. Quizá es hora de empezar a cambiar el “instinto” por la “espiritualidad” animal.

Consideramos a los animales como materias primas, objetos de consumo o recursos para fabricar utensilios de distinto tipo. A los animales los usamos. Nos los comemos. Experimentamos con ellos. Cuando en verdad estamos tan desconectados de nosotros mismos y del mundo que nos rodea que somos incapaces de ver a los animales como nuestros hermanos que son, con la humildad suficiente para poder ver la sabiduría y amor incondicional que llevan dentro.

Hay un principio ético elemental para todo Hindú. Se llama Ahimsa. Ahimsa es amabilidad y no violencia, ya sea física, mental o emocional. Es abstenerse de causar daño a cualquier ser. Ahimsa es el amor universal, el mensaje de los santos y profetas de todos los tiempos y tradiciones. Donde hay amor, hay ahimsa. Donde hay ahimsa, hay amor y servicio desinteresado. La no-violencia es el medio para disfrutar paz y dicha constantes. Solo alcanzaremos la paz cuando aprendamos a no dañar a las criaturas que nos rodean. Urge darnos cuenta de esto.