La realidad es implacable y se encarga de desinflar todas las epopeyas presuntamente revolucionarias que los Kirchner inventan cada semana. Sobreactúan tanto su papel de cruzados justicieros con amenazas de terribles sanciones que, a la hora de la verdad, cuando hay que presentar pruebas irrefutables, se quedan sin nafta y se van deshilachando penosamente hasta que repiten el mecanismo, se autoestimulan y se ponen al frente de otra batalla decisiva.

Los adjetivos inflamados acusando a editores de diarios de criminales de lesa humanidad o a la Corte Suprema y al Congreso de ser golpistas tienen una alta carga de ficción que no se compadece con las evidencias que un estado de derecho necesita para implementar condenas por hechos tan graves.

La confesión de la mismisima Lidia Graiver a Julio Saguier es demoledora para las intenciones del gobierno nacional en el caso Papel Prensa. Que el presidente del directorio de La Nación mediante una declaración jurada ante escribano público denuncie que la viuda de David Graiver le reveló que el gobierno le ofreció dos millones de dólares para participar de la operación es un hecho que le da un giro copernicano a todo lo que el juez Arnaldo Corazza está investigando. Se caen como un piano la inmensa mayoría de los argumentos disfrazados con banderas de los derechos humanos y expone al gobierno a una crisis que puede terminar con el alejamiento de algún secretario como Guillermo Moreno o el propio canciller Héctor Timerman. Es que alguien deberá pagar los costos que los Kirchner nunca están dispuestos a pagar.

Moreno fue el que autor material del primer tramo de la ofensiva que fracasó a poco de andar porque estaba floja de papeles. Timerman fue uno de los principales fogoneros de la causa y el que acercó los “testimonios claves” apoyado mas en sus expresiones de deseo y voluntad de venganza que en hechos objetivos. En esta columna se dijo que Timerman “fue el sherpa que condujo al matrimonio al precipicio de un papelón”. Aunque fue Carlos Kunkel (según Lidia Graiver) el que la llevó en su auto hasta la quinta de Olivos el día de la vergüenza y la transa.

Los expedientes se van quedando sin argumentos sólidos. Seguramente hubo irregularidades o abusos de posición dominante pero ni la sobreactuación de los Kirchner alcanza para convencer de que los representantes de los diarios cometieron crímenes de lesa humanidad. Y esto es lo único que hace imprescriptible la causa.

La puesta en escena de aquel 24 de agosto en la Casa Rosada, con la montaña de expedientes en primer plano ya arrancó débil de argumentos y con un tono mucho mas bajo del que se había anticipado con carcel y expropiaciones que están terminando apenas con tímidos pedidos de indagatoria.

Esa costumbre de “darse manija” puede ser útil fugazmente para agitar a los militantes y rodearlos de mística. Pero ni los jueces más adictos se atreven a comprar humo y a incinerar sus carreras y su prestigio en el altar de Néstor y Cristina.

Se pueden comprar muchas cosas con el dinero. Pero la verdad es gratis.

Graiver, Saguier, Kirchner