Las situaciones extremas como las inundaciones suelen desnudar las grandezas y las miserias de una sociedad y de sus gobernantes. El drama de La Plata y la ciudad de Buenos Aires no fue la excepción. Apareció en toda su dimensión la argentinidad al palo. Podemos ser los mejores y también los peores. De Favaloro a Videla. Somos de un lugar santo y profano a la vez.

Entre los momentos mas humillantes y reveladores a la vez hay que colocar el maltrato patronal al que Andres “El Cuervo” Larroque sometió al periodista Juan Miceli, en vivo y en directo por la televisión mal llamada pública. Si algo faltaba para demostrar que canal 7 no es público y que solo responde a las órdenes una agrupación del cristinismo como La Cámpora fue ese episodio vergonzoso. Vale la pena ver varias veces el video del diálogo entre el comandante de La Cámpora y el conductor del noticiero. Ayer escribí en Perfil que esas imágenes pueden servir para dos cosas. Primero para que la oposición lo emita como un spot de campaña, porque se parece al cajón que quemó Herminio Iglesias y segundo, para pasarlo en las facultades de periodismo y confirmar cual es el verdadero objetivo de la Ley de Medios. Queda clarísimo cual es el tipo de periodismo que Larroque quiere.

Ni si quiera le alcanza el periodismo militante. Quiere un periodismo obsecuente. Cuando Miceli le preguntó con todo respeto algo que se caía de maduro, llegó la reacción rudimentaria y agresiva del Cuervo. Como un comisario político, alerta y vigilante, primero le pidió que se identificara. El Cuervo no podía creer que alguien se haya atrevido a preguntarle por la utilización de chalecos con el logotipo de La Cámpora a la hora de distribuir las donaciones de mucha gente anónima. Aún si las mercaderías fueran aportadas por el estado nacional, ese estado, es de todos los argentinos. Mil veces dijimos que la Casa Rosada no es una Unidad Básica y mucho menos un local camporista. El intento de apropiarse también del manantial solidario que surgió del corazón del pueblo argentino es una factura que los ciudadanos en algún momento se van a cobrar.

Pero la manera en que Larroque trató a Miceli demostró que lo considera una suerte de esclavo al servicio de la revolución kirchnerista. Lo conminó a que se presentara en el lugar donde estaba Larroque después del noticiero. Le daba órdenes como si fuera algo superior a un diputado de la Nación. Y es algo superior. Es el que abre y cierra la puerta del despacho de Cristina, el que se sienta al lado de la papisa, el que camina a su lado por el territorio, el que dirige la batuta. Como escribió Jorge Fernández Díaz, “El Heraldo de la reina, así lo define a Larroque, no es un muchacho valiente que pelea contra el poder.

Es el poder.” Y yo agregué, que su cercanía y confianza con Cristina lo convierte en uno de los hombres mas poderosos del gobierno mas poderoso y castigador de la libertad de expresión desde 1983.

Un párrafo aparte merece Agustina Díaz que estaba conduciendo al lado de Miceli el noticiero. Fue tan rápida su desesperación por despegarse de Miceli y por tirarlo debajo de un camión que su actitud debería competir en un torneo de delación veloz. Hay versiones que dicen que Agustina todavía estaría bajo atención médica porque aún no le pueden extirpar los restos de las medias de Larroque que quedaron alojados en sus amígdalas. Y todo por dos pesos. Al final del episodio, el movilero le preguntó a Larroque si el operativo seguiría durante el fin de semana y El Cuervo dijo enojado y marcial: “Va a seguir todo el fin de semana, todo el mes, todo el año y por los próximos veinte años”. Parece que los muchachos, llegaron para quedarse. Cristina eterna y Larroque eterno. Es el militante que mas representa a Cristina. Es el mejor cuadro que pueden exhibir. El que con una liviandad insólita acusó al gobierno de Santa Fe de “narcosocialistas” y que le gritó a una diputada del PRO, “callante, atorranta”.

Los camporistas van por todo. Por todos los puestos rentados del estado, por todo el entorno de Cristina, por todos los lugares en las listas y por eso, como se ubican en el lugar de los patriotas ubican al resto en el lugar de los enemigos de la Argentina. Y son capaces de patotear a los grupos de izquierda que fueron a la Plaza de Mayo el 24 de marzo o de pelearse a palos con sindicalistas de la UOCRA o agarrarse a trompadas con los funcionarios de Scioli en los centros de distribución.
 
Son los herederos de Cristina. Su guardia pretoriana. La versión gerencial y yuppie de aquella “gloriosa jotapé”. Cada día muestran más la hilacha. Una democracia que cría cuervos sabe que un día le sacaran los ojos.