Era un ángel de 16 añitos. Era el ángel de su familia, de sus amigas y de su colegio. Jimena y Franklin, sus padres adoraban ese ángel alto y bello que se deslizaba por las veredas de Palermo. Sus tres hermanos la protegían con su mirada. Sus compañeras del colegio Virgen del Valle escucharon sus últimas palabras: “Voy a comer y vuelvo”.

Estaba tan cotidiana esa mañana en el barrio. Estaba tan inocente y colegiala con ese equipo de gimnasia verde. Fue a su casa para buscar la mochila y nunca más llegó. Quedó su amor por la patria escrito en su facebook del último 25 de mayo, su inteligencia que la llevó a ser la abanderada de las mejores notas, su amor por la música. Igual que tantas adolescentes, que tantos Ángeles Rawson que andan por la vida tratando de salir del cascarón. Aprendiendo a vivir y a amar lentamente. Construyendo un futuro. Amaneciendo como un ángel. Pero se cruzó el demonio de la muerte y el horror. No fue en un barrio peligroso ni marginal ni en las sombras de la madrugada. Fue en Costa Rica y Dorrego y a media mañana.
 
A la vista de todos, cuando el aire es fresco y adolescente como ella. Algún hijo de mil putas le arrancó todo. Empezó por su dignidad de mujercita. La violó, la estranguló, le desfiguró la cara, la ató de pié y manos y en una bolsa la tiró a la basura. ¿Se puede llamar ser humano al que hace eso? ¿Qué tipo de energúmeno, de criminal serial anda por las calles? Los padres todavía están con los ojos llagados por las lágrimas.

No encuentran consuelo como no lo encontraría nadie. ¿Hay algo peor para unos padres que al sol de su vida lo dinamiten en pedazos como hicieron con ella? ¿Por qué a ella? ¿Por qué semejante animal caminaba las mismas veredas que nosotros? María Elena Leuzzi, carga muchos horrores sobre su espalda y en sus arrugas. La presidenta de AVIVI (Asociación de Víctimas de Violación) no pudo contener el insulto: “Es la justicia de mierda que tenemos y que no sirve. Nadie nos ampara. Los violadores seriales no tienen retorno. El nivel de reincidencia que tienen es feroz y los dejan en libertad”. Es verdad que los violadores no vuelven de ese infierno. Que la ley del registro de violadores está cajoneada en diputados. Que muchas veces parece que las garantías son solo para los victimarios y que la desprotección es para las víctimas. Que como dice Diana Cohen Agrest, hay “una masacre por goteo” que colapsa nuestra seguridad nos angustia la piel erizada.

Algo hay que hacer para proteger la vida de nuestras hijas, de nuestras madres y hermanas, de nuestros amores. Hay que garantizarle a esa abuela llamada María Inés, erguida sobre su dolor que no habrá mas Angeles, tal como ella lo pidió. Violación seguida de muerte no tiene perdón de Dios. Y no lo debe tener de la justicia. El que viola y mata no debe salir nunca más de la cárcel. Es por el bien de todos. Incluso del criminal que no puede contener su irracionalidad.

No miremos para otro lado. Produce pesadillas atroces pensar que mañana le puede tocar a otra familia, y que otro ángel se caiga en el infierno empujado por otro demonio.

¿Qué se le puede decir a esos padres? No hay consuelo. ¿Cómo será este domingo, día del padre del luto para Franklin? ¿Cómo hace para salir de esto? Si los culpables aparecen pronto tendrá una brisa de alivio. Pero nada ni nadie le devolvera a su querida Mumi que fue asesinada cuando apenas estaba aprendiendo a vivir. Con su corazón en ruinas Franklin recomendó que “hay que recordar esto a la hora de votar”. Todos lo que amaban el ángel tienen un agujero negro en el alma que se desgarra. Todas las fotos que se conocieron muestran su transparencia y su sonrisa angelical.

Tiene un sueter que con lentejuelas de colores dice “Mumi”. Así le decían los que la querían. Mumi, como si fuera un osito de peluche, con el cariño que se cruza con la letra “eme” de Mama. Mumi ya no está. Fue mancillada, humillada, convertida en poco menos que basura. Todos nos sentimos un poco padres de Mumi. Nada peor le puede pasar a una familia. A todos nos corre el mismo escalofrío por la espalda y se nos hiela la sangre. Es que el cielo tiene un ángel menos y la tierra tiene un demonio más.