Mauricio Macri hoy cumple 52 años y está en el sur disfrutando con su esposa, una de las mujeres más hermosas de la Argentina. Pero este no es mi tema. Intento reflexionar sobre cuales fueron los motivos que llevaron al jefe de gobierno de la ciudad a lanzarse a la carrera presidencial. ¿Es un gesto de audacia, de irresponsabilidad o un error político? En estos momentos, la economía vigorosa, el consumo creciente y las encuestas dicen que Cristina Fernández de Kirchner tiene muchas posibilidades de lograr su reelección si decide presentarse.
 
También es cierto que todavía faltan más de 8 meses y que las mediciones de la presidenta ya tocaron su techo y ahora están disminuyendo. Pero todos los encuestadores serios dicen que el voto consolidado del oficialismo no baja del 35 %. Que la boleta que lleve a Cristina ganará el próximo 23 de octubre. Si la presidenta por algún motivo decide no participar el análisis cambiará de raíz. Pero supongamos que Cristina ejerza su derecho y pelee por la reelección. Si esto se confirma la competencia electoral será por ver quien ocupa el segundo puesto y si consiguen los votos suficientes para ir a una segunda vuelta. En ese caso las chances de Cristina disminuyen notablemente.

Dicen los consultores: Es más fácil que Cristina gane en primera vuelta que en segunda. Si llega al 45% se consagra directamente. Y si saca más del 40% necesita una diferencia de más de 10 puntos. Y esa es la apuesta de la oposición. Que el oficialismo logre un 42% de los votos, supongamos y que la fuerza que llegue en segundo lugar consiga un 33%, por ejemplo. El mapa político puede cambiar mucho todavía.

Pero como están hoy las cosas solo hay dos fuerzas políticas capaces de conseguir la posibilidad de ir a una segunda vuelta: el macrismo aliado al peronismo no kirchnerista y el radicalismo. Macri y Alfonsín o Sanz, depende de quien gane la interna del 30 de abril. Esa lucha será tal vez la más picante y pareja.

Tanto Macri como el radicalismo se diferenciarán ideológicamente del gobierno. Se mostrarán como una clara oposición. Macri se ofrecerá como el garante del orden y del diálogo y tratará de encarnar los reclamos desde el centro a la derecha y los radicales plantearán un país menos dependiente de Hugo Moyano, menos corrupto y más republicano e intentarán interpretar el pensamiento desde el centro a la izquierda. Pero el ciudadano común será mucho más pragmático como suele ocurrir en los comicios presidenciales.

Los que simpatizan con el kirchnerismo no tienen dudas: saben claramente a quien van a votar. Y los que creen que se terminó un ciclo y quieren reemplazar al kirchnerismo buscarán hasta último momento cual es el mejor instrumento. Ese voto castigo que amplias franjas de la población quieren ejercer todavía no tiene un representante.
 
Quien logre ocupar ese lugar será tocado por la varita mágica de la historia y podrá pelear cuerpo a cuerpo con Cristina en el balotaje. El objetivo de los opositores es lograr convertirse en lo que fue Francisco de Narváez para Néstor Kirchner en el 2009. Transformarse en una herramienta que le ponga freno al gobierno. El radicalismo resucitado cree que puede ser él. Macri también. Las urnas y la historia tienen la última palabra.

Alfonsín, elecciones, Sanz